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Reportaje: En Perú, el Movimiento de los Cocaleros Junta Fuerzas, Pero Enfrenta Obstáculos

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planta de coca atrofiada en jardín en Machu Picchu
Tanto de acuerdo con los datos de los Estados Unidos como con los de las Naciones Unidas, Perú es el segundo productor más grande de coca y de cocaína del mundo, detrás de Colombia y delante de Bolivia. En Colombia, la destacada región de la producción de la coca andina, los cocaleros enfrentan un gobierno hostil y una guerra civil creciente. El olor de herbicidas químicos llena el aire en las zonas cocaleras del país y Washington saluda al presidente Álvaro Uribe por hacer seguir sus órdenes.

En Bolivia, donde la coca ha sido parte de la vida por miles de años, el movimiento de los cocaleros ha florecido hasta el punto en que uno de sus líderes, Evo Morales, ha ascendido ahora a la presidencia y está desempeñando un papel activo en la defensa de la “hoja sagrada”. Morales también está haciendo presión por la industrialización de la hoja de coca y está trabajando con los gobiernos venezolano y cubano para llevar el proceso a cabo. Y él ha contestado el clamor de los cocaleros en su región nativa del Chapare por la expansión de hecho del cultivo de coca permitido.

En Perú, donde la coca también tiene una larga historia de consumo tradicional, el movimiento cocalero no es tan aguerrido como en Colombia ni tan avanzado como en Bolivia. Aunque el gobierno del presidente Alan García siga sus políticas de erradicación forzada del excedente de coca endosadas por los EE.UU. y adopte el desarrollo alternativo como opción para los cocaleros, por lo menos también da su apoyo a la noción de la coca como cultivo legítimo con numerosos usos medicinales, alimentares e industriales.

Diferentemente de Colombia, Perú reconoce el mercado tradicional en coca y ha creado un monopolio nacional, la ENACO, para comprar el cultivo legítimo. Pero el cultivo legítimo sólo es una fracción de la hoja de coca producida en el país, entonces los agricultores siguen enfrentando campañas de erradicación y represión legal allí. Más de 30.000 acres de cocales fueron erradicados por la fuerza en 2005 y aunque los números finales de 2006 aún no hayan llegado, seguramente ese dato será aún más alto.

Así, los cocaleros peruanos están con ganas de luchar. Ellos han entrado en conflicto varias veces con la policía, los soldados y los erradicadores civiles peruanos, ellos han realizado huelgas locales y protestas nacionales contra la erradicación forzada y lo que ellos ven como esfuerzos malhechos de desarrollo alternativo y, ahora, algunos de sus miembros están alcanzando cargos de poder político dentro del gobierno peruano y de organizaciones políticas regionales.

Nancy Obregón discursando en la conferencia de 2003 de la DRCNet en México, mientras sujetaba hojas de coca
"Nada ha cambiado con el nuevo gobierno”, dijo Nancy Obregón, una ex lideresa del sindicato cocalero más grande del país, la Confederación de Productores Agropecuarios de las Cuencas Cocaleras del Perú (CONPACCP), que fue electa al congreso peruano en 2005. “Es una política mala, muy represora y ahora están haciendo la erradicación forzada de nuevo en Tocache y San Martín”, la región que ella representa. “El gobierno tiene un doble discurso. Habla sobre valorizar la coca, pero entonces la erradica. García está apoyando las políticas norteamericanas, pero nosotros estamos intentando lograr una política más sensible y humana, no una que reprima a los más pobres mientras que los hombres de negocios ricos en el narcotráfico quedan libres”.

Aunque Obregón dijera que ella y sus aliados en el congreso están trabajando para hacer avanzar la legislación pro coca, las cosas están difíciles. Como integrante del Partido Nacionalista Peruano del candidato a la presidencia derrotado, Ollanta Humala, ella y sus aliados están en la oposición.

“Nosotros los cocaleros somos personas que viven en la extrema pobreza y tenemos que cultivar la hoja sagrada para sobrevivir”, dijo el actual director de la CONPACCP, Nelson Palomino. “Somos peruanos honestos y trabajadores y no somos culpables de nada por cultivar la coca para subsistir”, dijo él, mascando hojas de coca mientras hablaba. “¿Qué vamos a hacer? El desarrollo alternativo ha fracasado. El dinero extranjero que debería llegar a los valles es embolsado por los funcionarios en Lima”, se quejó Palomino. “Esperamos que el mundo comprenda que tenemos buenas intenciones”.

Nelson Palomino, con las hojas de coca
Aunque la CONPACCP sea el sindicato cocalero más grande del país, no es el único, y algunos creen que eso es un problema para el movimiento. El movimiento cocalero sí tiene sus problemas, admitió Palomino. “Tenemos un liderazgo que es aislado y radical, pero gritar eslóganes simples como ‘¡Gringos, No!’ no va a solucionar nuestros problemas, poner piedras en la carretera tampoco”, explicó. “Toda lucha tiene sus fases. Primero, la línea dura, después, la parte democrática”.

En el área natal de Palomino, el Valle del Río Ene, los cocaleros han asumido el poder exactamente por medios democráticos. “En mi valle, las 70 municipalidades son gobernadas por cocaleros y el gobierno está preocupado. Tenemos una presencia democrática en Ayacucho y en el Valle del Ene. Ahora tenemos que dar un fin a la política estúpida de la erradicación”.

Pero eso va a exigir cada vez más unidad del movimiento cocalero nacional. Aunque Palomino afirmara que la CONPACCP representa a 90% de todos los cocaleros peruanos, hay divisiones y rivalidades tanto dentro de la confederación como entre ella y otros líderes cocaleros. Los analistas que están familiarizados pero fuera del movimiento cocalero acusan no sólo a Palomino, sino a otros líderes, como Obregón y la diputada del parlamento andino, Elsa Malpartida, ambas ex lideresas de la CONPACCP, de volverse presas del personalismo y de otros pecados políticos.

Mientras tanto, en Monzón en el Valle del Alto Huallaga, el líder cocalero Iburcio Morales sigue su propio camino radical. “La situación es muy compleja”, dijo Palomino. “Respetamos mucho la democracia y no podemos dictar órdenes a las demás regiones, pero Iburcio camina solito porque no escucha y conversa con cualquiera – el gobierno, el Sendero Luminoso, con quien se le ocurra”.

“El movimiento cocalero está aislado y es subordinado a las políticas generales del gobierno peruano, descoordinado, egoísta e incapaz de construir una agenda colectiva para afrontar los problemas reales de la pobreza, el medio ambiente, las cuestiones culturales y la situación política internacional, particularmente con los EE.UU.”, dijo el abogado, activista de los derechos humanos y especialista en drogas y defensa, Ricardo Soberón, en una crítica fulminante. Soberón también vio las victorias electorales de Obregón y Malpartida como si hubieran sido un costo para el proceso organizativo que había confiado anteriormente en su liderazgo activo.

“El movimiento perdió buenos líderes cuando Nancy Obregón y Elsa Malpartida [ambas ex lideresas de la CONPACCP] fueron electas al congreso peruano y al parlamento andino, respectivamente. El gobierno peruano es suficientemente astuto para conocer la incapacidad del movimiento de trabajar juntos y los echa unos contra los otros. El gobierno invita a un líder, pero no al otro; le da dinero a algunos, pero no a otros, y los líderes cocaleros se quedan tan ocupados atacándose unos a otros que por ver el árbol no ven el bosque. Les echo la culpa a los cuatro líderes nacionales por esta situación”, dijo Soberón, que había sido asesor de Obregón, pero se dimitió por frustración.

Aunque Palomino se burlara de dichas críticas, él calificó el movimiento cocalero democrático como “gestante”. Un “parto prematuro” sería un desastre, dijo. “Si esto no funciona de manera democrática, veremos mucha sangre”, advirtió. “Estamos intentando preparar el terreno; queremos hacerlo bien, queremos salvar la vida de la coca y queremos salvarnos a nosotros mismos. No vamos a morirnos de hambre”, prometió.

la coca esperando al borde de la carretera para ser llevada al mercado, provincia de Ayacucho, el mes pasado
Obregón también minimizó las críticas. “No soy una política tradicional; soy una campesina y una líder cocalera”, dijo ella el miércoles. “No tengo enemigos dentro del movimiento, pero hay camaradas que tienen su propio trabajo y su propio liderato. Hemos tenido líderes fracasados en el pasado, pero tenemos que seguir fortaleciéndonos y superar esos fracasos del liderato. Es un trabajo difícil, pero estamos haciendo progreso”, añadió, señalando la elección al cargo de Elsa Malpartida y al suyo.

Aunque Obregón reconociera murmuraciones y ataques intramuros dentro del movimiento, ella los atribuyó en gran parte a la debilidad humana. “Hay envidia y egocentrismo, como en todos los lugares”, dijo Obregón. “También estamos bajo el ataque de la prensa amarilla, que representa equivocadamente nuestras acciones. Y, como lideresas, creo que Elsa y yo hacemos frente a un cierto machismo. Sí, hay distintos líderes nacionales y algunos son más favorecidos por los campesinos que otros, pero no hay polémica dentro del movimiento”, sostuvo.

Aunque los gobiernos peruano y estadounidense sean rápidos en trazar conexiones entre los cocaleros y las guerrillas persistentes del Sendero Luminoso, Palomino fue cuidadoso en negar todo y cualquier vínculo entre los cocaleros y las guerrillas, que se gestaron en Ayacucho en los años 1960 y 1970, entonces lanzaran una tentativa de revolución que mató a casi 80.000 peruanos en los años 1980 antes de perder energía. En la carretera entre Ayacucho y el VRAE, las ruinas de los pueblos quemados por el Sendero Luminoso son recordatorios de su reinado breve y sangriento. Pero el Sendero Luminoso aún marca presencia en el VRAE, donde en los últimos meses ha atacado y matado a policías y a trabajadores de la erradicación de las drogas.

[Nota del Editor: Por lo menos, ésa es la versión oficial. Los líderes cocaleros en los municipios en que cinco policías y dos erradicadores civiles fueron muertos a principios de este año negaron que fuera una acción del Sendero Luminoso. Al contrario, ellos dijeron que la policía había estado abordando y robando a los cocaleros y que los habitantes locales hicieron justicia con sus propias manos.]

“La CONPACCP es contra la subversión, ya sea de parte del gobierno o de las fuerzas clandestinas”, dijo Palomino. “Somos un movimiento pacífico y democrático y a nosotros nos gustaría ver una política eficiente para el narcotráfico y para la subversión, pero su guerra a las drogas no está funcionando. Sus agencias de inteligencia están trabajando sin inteligencia y la policía probablemente nos detendrá como terroristas, pero nosotros los cocaleros no somos responsables por eso”.

Para Palomino, una política correcta de coca es una que no ataque a la coca, sino una que se concentre en el narcotráfico y persiga a los consumidores en el Primer Mundo. “Una política sincera atacaría a los productos químicos usados para hacer cocaína y no hay política drástica contra los consumidores”, sostuvo. [Nota del Editor: A esta altura, vuestro reportero tuvo que hacer una interrupción para señalar que sólo en los EE.UU., más de 500.000 personas son presas en la guerra a las drogas.] “Los EE.UU no van tras las grandes fábricas químicas”, prosiguió Palomino. “La corrupción y el narcotráfico son administrados por los Estados Unidos, los hombres de terno y corbata, mientras que nos persiguen a nosotros, humildes campesinos”.

Sin duda, la erradicación es una política equivocada, dijo Palomino. “El gobierno peruano está siguiendo el ejemplo de los norteamericanos, pero esta política nos está matando. Por eso nos volvemos un polo de resistencia. No somos una colonia de los EE.UU., no estamos locos, mascamos coca todo el tiempo y tampoco somos terroristas ni narcotraficantes, sólo estamos intentando sobrevivir. No podemos permitir la erradicación forzada de nuestros cultivos”.

“La política actual es un desastre”, concordó el psicólogo y experto en coca, Baldomero Cáceres, desde su departamento en el suburbio limeño exclusivo de Miraflores. “Nada ha cambiado con García. La opinión pública ha empezado a cambiar en el sentido de que la hoja de coca ahora está empezando a ser vista como un recurso natural valioso, pero el gobierno no ha sacado sus propias conclusiones porque no quiere irritar el gobierno norteamericano. Nos va a ser necesario un milagro, porque el establishment político no quiere conversar sobre esto”.

Soberón está de acuerdo en gran parte con lo que hay que hacer respecto de las políticas de coca en Perú. “Primero, tenemos que dar un fin a las cosas que están siendo hechas actualmente por el Estado Peruano – la erradicación, la interdicción, la militarización”, dijo él. “El gobierno anda confiscando diez o doce toneladas métricas de cocaína por año y arrestando a 10.000 ó 12.000 personas, pero en su mayoría ellas son sólo consumidoras que tienen que ser puestas en libertad, y esto es muy ineficaz. Necesitamos tener una evaluación de lo que las políticas actuales han logrado”, discutió.

“Segundo, necesitamos dejar a los cocaleros en paz. Yo usaría los recursos en la costa para interceptar la cocaína que deja el país”, sugirió. “También necesitamos más transparencia en el desarrollo alternativo. Los campesinos han desconfiado completamente de Lima durante décadas y tenemos que mostrar que confiamos en los campesinos. Por ende, tenemos que revisar fundamentalmente nuestras relaciones con los EE.UU. ¿Cuáles son nuestras prioridades peruanas?”

Palomino y la CONPACCP miran con esperanza hacia la Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU sobre las Drogas en Viena el próximo año. “Estamos fortificando nuestra causa para Viena en 2008. Trabajaremos juntos contra las drogas, pero cuando hablen de la coca, exigimos que la legalicen y que la despenalicen como planta indígena – no una droga – y la promuevan para el uso industrial y nutricional”.

En cuanto a quitar la coca de la lista de sustancias prohibidas de los tratados de la ONU, Cáceres no tenía esperanzas. “Yo sigo siendo pesimista sobre las perspectivas de cambio en ese nivel”, dijo. “El gobierno peruano no va a hacer lo que hay que hacerse para presentar un caso a favor del cambio en la ONU y no creo que Bolivia pueda hacerlo sola. Ésa es la única ruta útil para afectar el cambio, pero no creo que ya sea hora”.

Para Cáceres, legalizar la coca sería sólo un paso interino hacia eliminar el régimen global de la prohibición de las drogas. “Creo que, por fin, necesitamos trabajar hacia la legalización tanto de las plantas como de los fármacos derivados de ellas”, dijo él. “Como con la coca, lo mismo con la marihuana y la adormidera. Pero no hay por qué tener esperanzas de que eso vaya a pasar en el futuro previsible”, lamentó.

Soberón también tenía un punto de vista sobrio de las perspectivas de cambio en la ONU. “Creo que 2008 nos traerá la misma cantaleta de siempre”, dijo. “Ahora que entiendo más o menos cómo funciona la burocracia, creo que las drogas se moverán en ese nivel. Ellos pueden tirar algunas migajas, pero, al fin, la cuestión de las drogas es una herramienta política para que los EE.UU. intervengan en los países extranjeros. Y aunque Morales en Bolivia pueda hacer presión, Bogotá siempre hará lo que los EE.UU. quieren, y Lima también”.

El movimiento cocalero del Perú es fuerte y vibrante, pero también está dividido y aislado. Acosado por rivalidades carniceras y una coyuntura internacional difícil, hasta ahora ha sido incapaz de esquivarse de las peores políticas represoras ordenadas desde Washington y Lima. Aunque a líderes como Nelson Palomino les gustaría alcanzar la estatura de Evo Morales de Bolivia, ninguno ha logrado hacerlo todavía. Sin embargo, el movimiento cocalero no va a desaparecer. Hay mucho en juego; para los cocaleros, lo que está en juego no es sólo una planta o un cultivo, sino su propia cultura y modo de ser.

Cuando indagados sobre lo que ellos dirían al gobierno y al pueblo estadounidenses, Palomino extendió una mano amiga. “Yo les enviaría un saludo fraternal y democrático de los cocaleros. No somos sus enemigos, sino sus amigos y hermanos. Pero ustedes tienen que cambiar sus políticas internacionales. Necesitamos alternativas que reduzcan la pobreza, no la aumenten y queremos vivir en paz. También transmitimos a su tierra la esperanza de que nuestra cultura no desaparezca. La propia idea nos deja fría la sangre”.

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