En el lado oriental de los Andes, donde desde sus alturas, las montañas caen miles de metros en la selva de la cuenca del Amazonas, varios cientos de miles de campesinos peruanos se sustentan â pero no mucho â cultivando la coca. Aunque los agricultores y los mascadores de coca a quienes ellos proveen consideren la planta sagrada y parte integral de la cultura de los Andes, también se hace la cocaÃna con ella.
âNosotros los cocaleros somos la gente que vive en la extrema pobreza y tenemos que cultivar la hoja sagrada para sobrevivirâ, dijo Nelson Palomino, director del sindicato cocalero más grande del paÃs, la Confederación de Productores Agropecuarios de las Cuencas Cocaleras del Perú (CONPACCP). âNosotros somos peruanos honestos y trabajadores y no tenemos ninguna culpa por cultivar la coca para subsistirâ, le dijo él a la Crónica de la Guerra Contra las Drogas durante una reunión en Lima, mascando hojas de coca mientras hablaba. â¿Qué vamos a hacer? El desarrollo alternativo ha fracasado. El dinero extranjero que debe venir a los valles se queda en los bolsillos de los funcionarios en Limaâ, reclamó Palomino. âEsperamos que el mundo comprenda que tenemos buenas intencionesâ.
âLas ONGs y el gobierno son vampirosâ, dijo Abdón Flores Huamán, secretario de la organización de defensa de los cocaleros, la Federación de los Productores Agropecuarios del VRAE, mientras era entrevistado en la oficina de la CONPACCP en Kimbiri en orillas del rÃo ApurÃmac lleno por la lluvia. âEllos usan nuestros nombres para conseguir apoyo a sus llamados proyectos de desarrollo alternativo, pero, en realidad, sólo 10% a 15% de esos recursos nos llegan a nosotrosâ, afirmó. âLo que queremos es librarnos de estos intermediarios que nos acosan y dar apoyo directo a nuestras autoridades municipales y regionales y directamente a los campesinos también. Nuestros sindicatos pueden participar de estoâ.
â¿Dónde están nuestros narcopalacios?â preguntó Huamán desdeñosamente. â¿Usted ve algún narcopalacio aquÃ? Tenemos suerte si ganamos $2.000 por año con cuatro plantaciones de coca. Eso mal es suficiente para alimentar y vestir a nuestros hijosâ.
âCon las justas sobrevivimosâ, dijo el cocalero Percy Oré, mientras estaba en un campito cuidando de sus plantas de coca en la municipalidad de Pichari en la margen este del ApurÃmac en la provincia de Cusco. âMire esta tierraâ, dijo, señalando el terreno áspero y accidentado en que su familia y él trabajaban. â¿Qué más podemos plantar aquÃ? El café no da bien acá y si intentamos plantar frutas como nos dicen los servidores sociales, no tenemos cómo llevarlas al mercadoâ.
Es verdad. Aun para ir de este pueblo a la ciudad más cercana es necesario una caminata de varios kilómetros por una carretera de tierra que sólo los más resistentes de los vehÃculos de cuatro ruedas pueden pasar durante una temporada de lluvias. Pero, cocaleros como Oré no tienen vehÃculos de cuatro ruedas; probablemente llevan sus hojas de coca al mercado local en burros o en sus propios hombros. Se podÃan ver a varios campesinos caminando por la carretera en Pichari que llevaban bolsas de hojas de coca a los mercados locales.
Sólo en el VRAE, dijo Huamán, hay unos 40.000 cocaleros. Aunque cerca de 11.000 de ellos estuvieran inscritos junto a la ENACO, el monopolio de la coca detenido por el gobierno peruano que se encarga de todas las compras y ventas legales, los 30.000 restantes no están. Los lÃderes cocaleros insisten consistentemente que sus cultivos no terminan como cocaÃna, pero los cocaleros reconocen extraoficialmente que las hojas que no son compradas por la ENACO son destinadas al mercado negro.
La situación no les cae bien a los cocaleros. âQueremos ser legalesâ, dijo Pastor Romero Castillo, subsecretario de la federación del VRAE. âRechazamos el narcotráficoâ.
Para los lÃderes, lo crucial es separar la coca, âla hoja sagradaâ, de la cocaÃna, la droga que aflige a los gringos asà como a algunos de sus compatriotas de las ciudades. âLa coca es nuestra cultura; la coca es el Perúâ, dijo Palomino con ferocidad. âHablar de la coca es hablar de la salud. La coca necesita servir para medicamentos, alimentos y otros usos. ¿Por qué el resto del mundo no acepta esto? La planta de la coca contiene muchos alcaloides. Aunque algunos sean malos, otros son buenos y estamos preocupados que su paÃs no conozca el lado bueno de la coca. Necesitamos que la prensa estadounidense y el Congreso estadounidense sepan de esta informaciónâ.
Lo que los cocaleros necesitan es de desarrollo alternativo de verdad, una polÃtica agrÃcola que trate de sus carencias y de un aumento en los mercados legales para su producto. Algunos empresarios peruanos están trabajando duro para eso.
âPese a que existe el abuso, la hoja de coca es naturalâ, dijo Manuel Seminario Bisso, el empresario por detrás de Mana Integral, una empresa limeña que fabrica productos de coca asà como productos hechos con otras plantas peruanas nativas, incluso la maca, el tarwi, la quihuicha, la quinua y la cañihua. âQueremos revalorizar la hoja de coca y estamos investigando varios productos. Ya hacemos productos como la harina y el té de coca y otros productos alimenticios de coca. La usamos en los tamales, hacemos limonada con coca [Nota del Editor: Muy rica y refrescante]; es uno de los mejores alimentos que podemos usarâ.
âHan sido 45 años de agresión contra la coca desde la Convención Ãnica de la ONU en 1961â, dijo Seminario. âHemos visto los resultados de esta polÃtica burra, burra de erradicación. No queremos la erradicación; queremos desarrollar usos alternativos, mercados alternativos. Sujetando un paquete de harina de coca (â¡EnergÃcese! ¡Coma coca! [harina de coca] Sin cafeÃna ni taurina: Coca pura... nuestra planta sagradaâ) que no parecerÃa fuera de su lugar en el mostrador de su tienda de conveniencia local, Seminario discutÃa que si el mercado de coca como artÃculo alimenticio pudiera expandirse, no habrÃa ninguna necesidad de erradicar los cultivos. âEs muy sencillo solucionar este problemaâ, dijo. âSi todos en Perú comieran 12 gramos de esta hoja todos los dÃas, usarÃamos todo el cultivo. A nosotros nos gusta decir que âuna hoja de coca comida es una hoja de coca menos para el narcotráficoââ.
Pero Seminario lamentó la variedad de problemas que la industria alimenticia de la coca en expansión se enfrentarÃa. âEs difÃcil vender los productos de la coca y hay mucho prejuicio contra ellos porque la demonizan. Ellos dicen que la coca es una droga y mi trabajo es convencer a las personas de que ella tiene beneficios. Debemos revalorizar la plantaâ.
Y el problema no es sólo el gobierno peruano, de acuerdo con Seminario. âEl gobierno de los Estados Unidos tiene que parar de importunarnos. Queremos vender estos productos y ellos son permitidos en Perúâ, dijo. âNo necesitamos venderlos al resto del mundo. No es la coca que mata o produce la corrupción, entonces por favor, déjennos en paz y respeten nuestra soberanÃa nutricional. Los EE.UU. tienen que parar de difamar nuestro producto y de intentar socavarnosâ.
[Nota del Editor: El primer artÃculo basado en la visita de la Crónica de la Guerra Contra las Drogas a la tierra andina de la coca es sólo un primer vistazo de una serie de asuntos complejos relacionados con la coca, la cocaÃna y el narcotráfico. Busque más artÃculos investigativos sobre la polÃtica del movimiento cocalero en el Perú y también reportajes desde Bolivia en las próximas semanas.]
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