Reseña de la Crónica de la Guerra Contra las Drogas: "Snitch: Informants, Cooperators, and the Corruption of Justice”, de Ethan Brown (2007, Public Affairs Press, 273 págs., $25.95, edición en tapas duras)

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Cuando Rodney Bethea, fabricante de ropa para chaperos y barbero baltimorense, lanzó un documental que salió directamente en DVD sobre la vida en las calles malvadas de Baltimore Oeste en 2004 en un intento de promover las carreras de algunos de sus amigos espabilados en el hip-hop, no tenía idea de que “Paren de soplar, carajo, Vol. I” [Stop Fucking Snitching, Vol. I] (más conocido como “Paren de soplar”) se iba a convertir en una piedra de toque en un conflicto creciente por drogas y la criminalidad en las calles de los Estados Unidos y qué hacer con respecto a ello.

[inline:snitchbook.gif align=left]En un crescendo firmemente intenso de preocupación que alcanzó el auge a principios de este año cuando 60 minutos [60 Minutes] de la CBS transmitió un reportaje sobre el fenómeno paren de soplar, policías, políticos y fiscales de todo el país, pero especialmente de las grandes ciudades de la Costa Este, lamentaron el advenimiento del movimiento paren de soplar. Describiéndolo como si no pasara de intimidación de testigos de parte de matones que querían infringir la ley y zafarse, ellos acusaron que el “paren de soplar” estaba pervirtiendo el sistema de justicia estadounidense.

Como es lógico, el punto de vista era un poco diferente desde la calle. Gracias en gran parte a la guerra contra las drogas y al aparato legal represivo enganchado para procesarla, la desconfianza tradicional de la policía y del sistema de justicia penal en ciudadanos pobres y frecuentemente de minorías se ha agudizado en una combinación de desdén, desespero y desafío que identifica el soplar – o “informar” o “cooperar”, si uno desea ser más diplomático – como medio de perpetuar un sistema injusto a espaldas de los amigos y vecinos de uno.

Por lo menos ése es el argumento que Ethan Brown expone de manera bien convincente en “Soplón” [Snitch]. De acuerdo con Brown, las raíces del movimiento paren de soplar pueden ser ubicadas directamente en la legislación rigurosa de lucha contra la droga de mediados de los años 1980 cuando la presentación de mínimas obligatorias y de las severas directrices federales de condenación – cinco gramos de piedra de cocaína pueden hacer que se reciba cinco años de prisión federal – resultaron en un enorme incremento en la población carcelaria federal y en una pelea encarnizada entre los infractores de baja gravedad que hacen cualquier cosa para evitar años, si no décadas, entre rejas.

Brown escribe que la consecuencia ha sido un “sector casero de cooperadores” que dicen lo que crean que los fiscales quieren escuchar y repiten sus mentiras en el estrado a fin de conseguir una solicitud “5K” de los fiscales, lo que quiere decir que han ofrecido “bastante ayuda” al gobierno y son aptos para una rebaja de la condena a partir de las directrices. Tales prácticas son perversas cuando hechas adecuadamente – incentivan a la gente a pasar a cualquiera que puedan por encima para evitar la pena de prisión -, pero se acercan de lo completamente criminoso cuando se abusa de ellas.

Y, como muestra Brown en capítulo tras capítulo de ejemplos detallados, parece que el abuso del sistema es casi la norma. En un caso de que Brown da pormenores, un cooperador violento terminó asesinando a una familia querida de Richmond en Virginia. En otro, la muerte aún sin solución de Richard Luna, un fiscal federal baltimorense, el FBI parece estar determinado a oscurecer la relación entre Luna y otro cooperador violento. En aún otro asesinato no resuelto, el del rapero Tupac Shakur, Brown detalla el empleo aparente de soplones para tenderle un trampa a un hombre que las autoridades sospechan que sabe más sobre la matanza que lo que dice. Quizá en el capítulo más triste, él cuenta la historia de Euka Washington, un chicaguense pobre que ahora cumple cadena perpetua en cuanto destacado narcotraficante de Iowa. Él fue condenado solamente con base en la deposición no confirmada y casi seguramente falsa de cooperadores.

El sistema está podrido y engendra antipatía hacia la ley, escribe Brown. La solución final, dice, es cambiar las leyes federales sobre las drogas y las condenas, pero señala como es difícil que eso pueda suceder, especialmente cuando los demócratas temen tanto ser Willy Hortoned siempre que proponen una reforma. El progreso actualmente glacial de proyectos de ley que tratarían de una de las injusticias más flagrantes de la lucha contra la droga, la disparidad en las condenas para la piedra y el polvo de cocaína, es un caso triste en cuestión.

Brown trata de la rapidez con que la policía y los políticos echaron la culpa al movimiento paren de soplar por aumentos en la criminalidad, pero lo llama una “distracción de los fracasos de las agencias de seguridad”. Para policías y políticos, es mucho más fácil culpar las calles que asumir la responsabilidad por no tramitar casos y proteger a testigos y es más conveniente echar la culpa a las calles que darse cuenta de la creciente igualdad de los ingresos y de una economía en decadencia.

Aunque Brown parezca no querer tirar al bebe de la lucha contra la droga con el agua del movimiento paren de soplar, él sí da algunas sugestiones útiles para empezar a cambiar la manera por la cual se procesa la guerra a las drogas. Siguiendo los pasos de Mark Kleiman, profesor de la UCLA, él argumenta que, en vez de perseguir ciegamente a traficantes por peso, visen a los que toman parte en conductas verdaderamente perjudiciales. Eso no sólo dejará a las comunidades más seguras al librarlas de infractores violentos, sino también reducirá la presión sobre los infractores de baja gravedad para que cooperen mientras que la atención y los recursos de la policía se apartan de ellos.

Testigos que cooperan también necesitan exámenes más pormenorizados, hay que limitar las solicitudes 5K, las deposiciones de los cooperadores deben ser corroboradas y los cooperadores que perjuran deben ser enjuiciados, añade Brown. Qué pena que no hable mucho sobre qué hacer con los policías y fiscales que se fían sabidamente en soplones deshonestos.

“Nunca tuvo la intención de intimidar a la gente de llamar a la policía”, dijo Rodney Bethea de su DVD, “y no estaba vuelto hacia civiles. Si tu abuela llama a la policía para personas que trafican drogas en su cuadra, ella debe hacerlo porque no lleva ese estilo de vida. Cuando la gente dice ‘paren de soplar’ en el DVD, están refiriéndose a criminales que llevan una vida criminosa y obtienen beneficios de actividades criminosas… Lo que decimos es que hay que asumir la responsabilidad por las propias acciones. Cuando es hora de que pagues, no vayas a querer no pagar porque, para empezar, eso es parte de lo que sabías en que te estabas metiendo. El Paren de Soplar se trata de regresar a los valores callejeros de la vieja guardia, las reglas callejeras de la vieja guardia”.

Jugar de acuerdo con las reglas de la vieja guardia sería algo bueno para los chaperos. También lo sería para el aparato federal de represión legal. No se sabe aún cual grupo va a devenir honorable primero.

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