Cuando Rodney Bethea, fabricante de ropa para chaperos y barbero baltimorense, lanzó un documental que salió directamente en DVD sobre la vida en las calles malvadas de Baltimore Oeste en 2004 en un intento de promover las carreras de algunos de sus amigos espabilados en el hip-hop, no tenÃa idea de que âParen de soplar, carajo, Vol. Iâ [Stop Fucking Snitching, Vol. I] (más conocido como âParen de soplarâ) se iba a convertir en una piedra de toque en un conflicto creciente por drogas y la criminalidad en las calles de los Estados Unidos y qué hacer con respecto a ello.
En un crescendo firmemente intenso de preocupación que alcanzó el auge a principios de este año cuando 60 minutos [60 Minutes] de la CBS transmitió un reportaje sobre el fenómeno paren de soplar, policÃas, polÃticos y fiscales de todo el paÃs, pero especialmente de las grandes ciudades de la Costa Este, lamentaron el advenimiento del movimiento paren de soplar. Describiéndolo como si no pasara de intimidación de testigos de parte de matones que querÃan infringir la ley y zafarse, ellos acusaron que el âparen de soplarâ estaba pervirtiendo el sistema de justicia estadounidense.Como es lógico, el punto de vista era un poco diferente desde la calle. Gracias en gran parte a la guerra contra las drogas y al aparato legal represivo enganchado para procesarla, la desconfianza tradicional de la policÃa y del sistema de justicia penal en ciudadanos pobres y frecuentemente de minorÃas se ha agudizado en una combinación de desdén, desespero y desafÃo que identifica el soplar â o âinformarâ o âcooperarâ, si uno desea ser más diplomático â como medio de perpetuar un sistema injusto a espaldas de los amigos y vecinos de uno.
Por lo menos ése es el argumento que Ethan Brown expone de manera bien convincente en âSoplónâ [Snitch]. De acuerdo con Brown, las raÃces del movimiento paren de soplar pueden ser ubicadas directamente en la legislación rigurosa de lucha contra la droga de mediados de los años 1980 cuando la presentación de mÃnimas obligatorias y de las severas directrices federales de condenación â cinco gramos de piedra de cocaÃna pueden hacer que se reciba cinco años de prisión federal â resultaron en un enorme incremento en la población carcelaria federal y en una pelea encarnizada entre los infractores de baja gravedad que hacen cualquier cosa para evitar años, si no décadas, entre rejas.
Brown escribe que la consecuencia ha sido un âsector casero de cooperadoresâ que dicen lo que crean que los fiscales quieren escuchar y repiten sus mentiras en el estrado a fin de conseguir una solicitud â5Kâ de los fiscales, lo que quiere decir que han ofrecido âbastante ayudaâ al gobierno y son aptos para una rebaja de la condena a partir de las directrices. Tales prácticas son perversas cuando hechas adecuadamente â incentivan a la gente a pasar a cualquiera que puedan por encima para evitar la pena de prisión -, pero se acercan de lo completamente criminoso cuando se abusa de ellas.
Y, como muestra Brown en capÃtulo tras capÃtulo de ejemplos detallados, parece que el abuso del sistema es casi la norma. En un caso de que Brown da pormenores, un cooperador violento terminó asesinando a una familia querida de Richmond en Virginia. En otro, la muerte aún sin solución de Richard Luna, un fiscal federal baltimorense, el FBI parece estar determinado a oscurecer la relación entre Luna y otro cooperador violento. En aún otro asesinato no resuelto, el del rapero Tupac Shakur, Brown detalla el empleo aparente de soplones para tenderle un trampa a un hombre que las autoridades sospechan que sabe más sobre la matanza que lo que dice. Quizá en el capÃtulo más triste, él cuenta la historia de Euka Washington, un chicaguense pobre que ahora cumple cadena perpetua en cuanto destacado narcotraficante de Iowa. Ãl fue condenado solamente con base en la deposición no confirmada y casi seguramente falsa de cooperadores.
El sistema está podrido y engendra antipatÃa hacia la ley, escribe Brown. La solución final, dice, es cambiar las leyes federales sobre las drogas y las condenas, pero señala como es difÃcil que eso pueda suceder, especialmente cuando los demócratas temen tanto ser Willy Hortoned siempre que proponen una reforma. El progreso actualmente glacial de proyectos de ley que tratarÃan de una de las injusticias más flagrantes de la lucha contra la droga, la disparidad en las condenas para la piedra y el polvo de cocaÃna, es un caso triste en cuestión.
Brown trata de la rapidez con que la policÃa y los polÃticos echaron la culpa al movimiento paren de soplar por aumentos en la criminalidad, pero lo llama una âdistracción de los fracasos de las agencias de seguridadâ. Para policÃas y polÃticos, es mucho más fácil culpar las calles que asumir la responsabilidad por no tramitar casos y proteger a testigos y es más conveniente echar la culpa a las calles que darse cuenta de la creciente igualdad de los ingresos y de una economÃa en decadencia.
Aunque Brown parezca no querer tirar al bebe de la lucha contra la droga con el agua del movimiento paren de soplar, él sà da algunas sugestiones útiles para empezar a cambiar la manera por la cual se procesa la guerra a las drogas. Siguiendo los pasos de Mark Kleiman, profesor de la UCLA, él argumenta que, en vez de perseguir ciegamente a traficantes por peso, visen a los que toman parte en conductas verdaderamente perjudiciales. Eso no sólo dejará a las comunidades más seguras al librarlas de infractores violentos, sino también reducirá la presión sobre los infractores de baja gravedad para que cooperen mientras que la atención y los recursos de la policÃa se apartan de ellos.
Testigos que cooperan también necesitan exámenes más pormenorizados, hay que limitar las solicitudes 5K, las deposiciones de los cooperadores deben ser corroboradas y los cooperadores que perjuran deben ser enjuiciados, añade Brown. Qué pena que no hable mucho sobre qué hacer con los policÃas y fiscales que se fÃan sabidamente en soplones deshonestos.
âNunca tuvo la intención de intimidar a la gente de llamar a la policÃaâ, dijo Rodney Bethea de su DVD, ây no estaba vuelto hacia civiles. Si tu abuela llama a la policÃa para personas que trafican drogas en su cuadra, ella debe hacerlo porque no lleva ese estilo de vida. Cuando la gente dice âparen de soplarâ en el DVD, están refiriéndose a criminales que llevan una vida criminosa y obtienen beneficios de actividades criminosas⦠Lo que decimos es que hay que asumir la responsabilidad por las propias acciones. Cuando es hora de que pagues, no vayas a querer no pagar porque, para empezar, eso es parte de lo que sabÃas en que te estabas metiendo. El Paren de Soplar se trata de regresar a los valores callejeros de la vieja guardia, las reglas callejeras de la vieja guardiaâ.
Jugar de acuerdo con las reglas de la vieja guardia serÃa algo bueno para los chaperos. También lo serÃa para el aparato federal de represión legal. No se sabe aún cual grupo va a devenir honorable primero.
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