Editorial: Su Seguridad Exige que Usted Vote en la Revocación

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Esta semana, vino un titular de Birmingham, Gran Bretaña, de un tipo que me frustra particularmente. Es el tipo de titular que me hizo alistar en el incipiente movimiento de legalización de las drogas hace 13 años. “Las pandillas criminales están infiltrándose en las escuelas de Birmingham y niños de nueve están siendo usados como mulas”, así como en escuelas en Manchester y Londres, le dijo el ministro de Educación, Jim Knight, a la comisión de la Cámara de los Comunes según el Birmingham Post. “Es una cuestión nueva que queremos cortar de raíz antes que se vuelva algo genuinamente preocupante para los padres y alumnos”, dijo Knight después de la audiencia.

[inline:borden12.jpg align=right caption="David Borden"]¿Cuánto quiere cortar de raíz? ¿Suficiente para enfrentarse la política y desafiar la ideología? Hay una forma segura de terminar el problema – la legalización. Pero aunque los políticos hablen sobre la legalización un poco más en Gran Bretaña que nuestros políticos aquí en los EE.UU. – el líder del Partido Conservador, David Cameron, ha planteado la cuestión antes – aún no conversan sobre ello suficientemente. Por lo menos aún no suficiente para hacerlo de veras, pese a la obviedad de ser una buena medida.

No se engañe, es obvio. Si el temor principal en la cuestión de las drogas es el de que las drogas ponen a los niños en peligro, ¿y qué del peligro muy real en que los niños son puestos una vez que sean atraídos a pandillas del narcotráfico o aun como mirones? Pero ese problema existe a causa de la prohibición de las drogas. Por todos los contras del alcohol y de los cigarrillos, por ejemplo, seguramente las drogas tanto como cualesquier otros, ¿con qué frecuencia se escucha hablar de niños vendiéndolos en la calle o en las escuelas a otros niños?

Es un problema endémico y la represión “dura” no es la solución. A principios de los años 1990, la policía en Boston, Massachusetts, realizó una gran “redada” en Mission Hill, un barrio afroamericano ante todo plagado por la violencia y el desorden, gran parte de ello oriundo del narcotráfico. Un amigo mío pasó un verano allí como profesor y mentor de un grupo de escolares – un verano después de la ocurrencia de la redada, por casualidad. Había una diferencia en el barrio, él me dijo, estaba mucho más limpio que antes, por lo menos por un rato. Pero aun entonces, los niños en su grupo aún eran parados en el camino de ida y vuelta de la escuela por miembros de pandillas narcotraficantes que querían que ellos trabajaran para ellos, un fenómeno preocupante y desalentador.

[inline:wonpr-poster-small.jpg align=left caption="cartel de la WONPR (cortesía del Museo y Biblioteca Hagley)"]La cuestión de la legalización surgió en la conversación cuando los hijos, padres y él la pasaban juntos una noche como lo hacían a menudo. Él esperaba que casi todos fueran contra ello, pero, de modo interesante, la discusión se dividió medio a medio. También de modo interesante el cisma no sucedió a causa de la diferencia en las generaciones – había chiquillos que querían que el gobierno endureciera la mano con el narcotráfico y padres que querían legalizarlas todas, y viceversa. Su relato me hizo pensar si podíamos tener más apoyo del que percibimos tener en ciertas comunidades.

Aquí mucha cosa está en juego. Si la prohibición atrae a los niños – de nueve años – al narcotráfico, en algún punto también los presenta a las armas que los vendedores clandestinos usan para protegerse. Los jóvenes y las armas no siempre hacen juego, y me quedo corto. Un joven tiene más chances (por término medio) de usar realmente un arma por miedo o por la emoción del momento, o por un mal juicio, que un adulto (más una vez, por término medio), aun un criminal adulto. Blumstein atribuye provisoriamente el alza de mediados de 1980 en la violencia y el aumento considerable en la posesión juvenil de armas a la combinación de tráfico de crack – que aumentó el número de vendedores necesarios en el narcotráfico porque la droga tiene corto efecto y los adictos hacen más compras separadas de ella – y las leyes de penas mínimas obligatorias, que aumentaron el riesgo para los adultos en el narcotráfico y, de ese modo, el precio que exigían para participar en ello, además de crear el incentivo a usar menores que no están sujetos a las mínimas obligatorias y que trabajarían por menos dinero. Juntándose a partir de esa base, las armas se volvieron más comunes en la población juvenil en general. Consecuencias involuntarias, pero no impredecibles.

Un póster famoso de los días de la ley seca representa una figura materna con niños, diciendo: “Su seguridad exige que usted vote en la revocación”. Así era antes – así es ahora.

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