Phillip S. Smith, redactor/editor
Déjeme decir de frente que a veces Marc Emery me paga para escribir artÃculos para su revista, Cannabis Culture, entonces no soy un observador totalmente desinteresado. Dicho eso, Nick Wilson, director de "Prince of Pot", ha explicado magnÃficamente quién es Emery, de dónde vino y de qué se trata â y ha atado la trayectoria de Emery a las cuestiones más grandes de la prohibición de la marihuana, de la lucha contra la droga en general y la aquiescencia canadiense para con las polÃticas de drogas prohibicionistas a la estadounidense.
Pero todo eso paró hace tres años, cuando Emery y dos de sus empleados, Michelle Rainey y Greg Williams, fueron incriminados por un gran jurado federal en Seattle por cargos de tráfico de marihuana a causa de sus ventas de semillas. Ahora, los 3 de Vancouver, como han pasado a ser conocidos, pueden recibir hasta cadena perpetua en EE.UU. si y cuando sean extraditados.
El documental, disponible en Journeyman Productions, empieza con un distinto Emery dirigiéndose al público en un mitin pro legalización y antiextradición en Vancouver, la sede de su negocio. âLa DEA dice que soy responsable por 500 toneladas de marihuanaâ, dijo para vÃtores de la asistencia. âMe encantarÃa creerlo. Ãse es el problema â la DEA y yo estamos de acuerdo en los hechosâ.
"Prince of Pot" sigue la carrera de Emery desde el principio cuando era el dueño de una librerÃa de Ontario que detestaba a los fumones, pero pasó a adoptar su causa cuando luchó contra la censura del gobierno canadiense de revistas ârelacionadas con las drogasâ como High Times. Al principio, Emery demostró las mismas cualidades que propulsaron su ascensión meteórica a las alturas del movimiento pro legalización de la marihuana: una sensibilidad libertariana, âun ego que ocupa el 40% del peso de su cuerpoâ, como dijo un observador, una personalidad agresiva y áspera, una inclinación por el ardid publicitario y una boca que nunca para de trabajar.
El documental también muestra que el exhibicionismo de Emery no está limitado a la esfera de lo polÃtico. Desde el principio, los espectadores son expuestos a las espaldas de Emery al paso que se levanta de la cama y otra escena lo muestra desnudo en una playa nudista de Vancouver siendo ungido con aceite de cannabis por su joven esposa Jodie en un experimento para ver si podÃa causar impacto sobre âalguna célula cancerosa o precancerosaâ. (No se sabe en qué resulto eso.)
Pero si el culo de Marc Emery está en la pantalla, también está en riesgo, y ahà brilla de veras "Prince of Pot". Los documentalistas entrevistaron al impenitente procurador de EE.UU. en Seattle que lo incriminó y a un agente de la DEA Seattle que justificó la prisión y confrontaron a Karen Tandy, jerarca de la DEA, en una conferencia internacional de la DEA en 2006 en Montreal.
"Prince of Pot" se centra con precisión en el comunicado de prensa de Tandy después de la prisión en que se jactó de cómo el arresto de Emery fue âun golpe para el movimiento pro legalizaciónâ. Ese comunicado de prensa puede ser la mejor oportunidad remota que Emery tiene de evitar la extradición porque proporciona pruebas de que su enjuiciamiento sucedió por razones polÃticas.
Por supuesto, todos los federales niegan que ése sea el caso, pero, al rastrear la carrera de Emery, su sucesión de arrestos banales por las autoridades canadienses y la creciente frustración de EE.UU. con la aparente indiferencia de Canadá para con sus actividades, los documentalistas defienden vehementemente que Marc Emery fue preso no porque vendÃa semillas, sino porque era una piedra en el zapato de Washington.
El documental también cuenta con un reparto notable de partidarios canadienses, incluso Larry Campbell, el alcalde de Vancouver (âEl secretario antidroga es un imbécilâ); Libby Davies, parlamentaria de Vancouver Este; el abogado Alan Young de Toronto; Eugene Oscapella, abogado y profesor de justicia penal de Ottawa (â¿Por qué deberÃamos emular las polÃticas de drogas fracasadas de Estados Unidos?â). El activista David Malmo-Levine de Vancouver, quien aparece fumando un porro de treinta centÃmetros en determinado momento, hace una observación convincente también: âQuieren reducirlo a prisión de por vidaâ, exclama, narrando el argumento de la DEA sobre el daño que Emery ha hecho promoviendo la producción de marihuana. â¿Qué daño? Enséñenme los cadáveresâ, exige. âHay que haber por lo menos un cadáver si quieren reducirlo a prisión de por vida. Hay que haber por lo menos una persona que sufrió más que bronquitisâ.
La breve aparición de Douglas Hiatt, abogado defensor en materia de marihuana del Estado de Washington, también es poderosa y vale la pena mencionarla. Visiblemente molesto con la injusticia de la legislación sobre la marihuana, Hiatt arremete contra los procuradores y la DEA. âSi la DEA quiere hablar de destruir familiasâ, gruñe, âpuede platicar conmigo sobre las familias que han destruido por intentar consumir marihuana medicinal. La única cosa que arruina la vida de la gente son las polÃticas del gobiernoâ, espeta Hiatt. Su ira recta es reconfortante.
En un momento del documental, el cineasta Wilson dice que, para él, â[n]o se trata de semillas, se trata de soberanÃaâ. Desde la perspectiva canadiense, tiene razón, por supuesto, pero la verdad es que se trata de la prohibición de la marihuana y Wilson esboza maravillosamente su historia y fea realidad actual.
Al fin, el documental especula sobre un posible acuerdo para que Emery cumpla una pena de prisión más corta en EE.UU. Eso no pasó. Tampoco sucedió una propuesta de acuerdo que sobreseerÃa los cargos en contra de Rainey y Williams y harÃa con que Emery pasara algunos años en una prisión canadiense. Ahora, hay que regresar a combatir la extradición, y, considerando que la decisión de extraditar es, en última instancia, una opción polÃtica hecha por el ministro de Justicia y considerando que el gobierno federal canadiense está en pleno acuerdo con EE.UU. respecto a las polÃticas de drogas, la extradición sigue siendo el resultado más probable.
En una escena conmovedora, Emery y su mujer discuten si él va a servir a su causa martirizándose, algo que parece determinado a hacer. Personalmente, le he aconsejado a que haga otra cosa. Le sugerà que se convirtiera en el Osama bin Laden del movimiento pro marihuana. No, no para que volara la sede de la DEA, sino para que se fugara a un complejo de cavernas escondidas en alguna parte de las Rocosas canadienses y asediara a sus enemigos con comunicados desde su santuario oculto. De mi parte, prefiero ver a Marc Emery haciendo un corte de mangas en sentido figurado al gobierno de EE.UU. que desaparecer, como tantos otros, en el gulag estadounidense.
Vea este documental. Está bueno. Te va a poner la piel de gallina en ciertos momentos, te va a dar ganas de llorar en algunos y de vitorear en otros.
Add new comment