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Política presidencial: El demócrata Mike Gravel es el último a pedir la legalización

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La oposición a la guerra a las drogas entre los candidatos a la presidencia ha sido representada hasta el momento por el diputado Ron Paul, el congresista republicano libertariano de Tejas, y el diputado Dennis Kucinich, un congresista demócrata progresista de Ohío. La lista acaba de quedar más larga. Definitivamente, es muy improbable que el ex senador federal por Alaska, Mike Gravel, logre la propuesta del Partido Demócrata a la presidencia en 2008, pero su desempeño en el primer debate de candidatos demócratas a la presidencia (lea la trascripción en inglés aquí) el 26 de abril en Charleston, en Carolina del Sur, lo dejó en evidencia de veras y está ofreciendo a Paul y a Kucinich alguna competición por el voto antiprohibicionista.

La combinación de humor y cólera de Gravel mientras atacaba al presidente Bush y a sus colegas contendientes demócratas por sus posiciones respecto de la guerra en Irak, las relaciones con Irán y demás cuestiones fue, para muchos observadores, la primera presentación a un hombre que se jubiló de la política en 1980. Pero el Mike Gravel que desempeñó un rol fundamental en la publicación de los Documentos del Pentágono y en terminar el llamamiento a filas hace tantos años parecía no haber cambiado tanto. Aún es el iconoclasta que era hace cuarenta años.

Eso queda patente en su posición respecto a las políticas de drogas. De acuerdo con su página web de campaña, la plataforma de Gravel para la reforma de las prisiones y de las políticas de drogas es la siguiente:

“Los Estados Unidos prenden a más personas y en un nivel más alto que cualquier otro país en tiempos de paz en el mundo. De acuerdo con la Oficina de Estadísticas de la Justicia, el número de residentes estadounidenses tras rejas ha alcanzado ahora más de 2.3 millones.

“Estamos perdiendo toda una generación de jóvenes para nuestras prisiones. Nuestra ‘guerra contra las drogas’ ineficaz y derrochadora de nuestro país desempeña un rol fundamental en esto. Debemos dar más énfasis a la rehabilitación y a la prevención. Debemos despenalizar los delitos de drogas de menor gravedad e incrementar la disponibilidad y la visibilidad del tratamiento y prevención de la drogodependencia en nuestras comunidades y también en las cárceles y prisiones.

“Debemos aumentar el uso de juzgados especiales de delitos de drogas en los cuales los infractores reciban la oportunidad de completar el tratamiento químico supervisado por el tribunal en vez de ser sentenciados a la prisión. Debemos eliminar las leyes de condenación mínima obligatoria. Debemos aumentar el uso de penas alternativas para los infractores no violentos de la legislación antidroga. Los reos por delitos de drogas condenados por infracciones no violentas no deberían recibir sentencias obligatorias de prisión. Debemos enfatizar la penalización de los importadores, fabricadores y grandes distribuidores, en vez de los vendedores callejeros solamente. En este país, las prisiones deberían ser una sanción penal legítima – pero deberían ser una extensión de una sociedad imparcial, justa y sabia”.

Pero Gravel fue mucho más allende en una entrevista concedida al Iowa Independent en mayo. Cuando indagado si él creía de verdad que la marihuana debería ser legal y si la cocaína y la metanfetamina deberían ser legales también, él contestó: “¿Cuándo vamos a aprender? Pasamos por la Depresión y percibimos cómo creamos todos los gángsteres y la violencia. Cuando Roosevelt entró él acabó con la Ley Seca. Necesitamos acabar con toda esta guerra contra las drogas. Gastamos de $50 a $70 billones al año. Creamos criminales que no son criminales. Desestabilizamos países extranjeros. Respecto a la marihuana, Doug, te digo una cosa: Vete a comprar un trago de güisqui escocés o un trago de ginebra, engúlletelo y vas a descubrir que pierdes tus sentidos mucho más deprisa que si estuvieras fumando un poco de marihuana”.

Cuando presionado otra vez con relación a la cocaína y la metanfetamina, Gravel contestó: “Necesitamos legalizar la regulación de las drogas. El problema de las drogas es un problema de salud pública. No es un problema criminal. Lo convertimos en un problema criminal porque tratamos a las personas como criminales. Se agarra a un drogadicto, se lo mete en la prisión, se lo deja allí y él aprende el oficio criminoso de tal manera que cuando sale hay reincidencia”.

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