Cuando discuto la idea de la legalización de las drogas con aquellos que están familiarizados con la cuestión, comúnmente me preguntan, â¿La gente no irÃa a consumir más drogas si fueran legales?â o â¿Los problemas no aumentarÃan si las drogas fueran legales?â
Mi predicción es la de que el consumo experimental o casual de ciertas drogas aumentarÃa, pero involucrarÃa, en su mayor parte, formas de potencia menor de las drogas que están disponibles ampliamente ahora y serÃa equilibrado por la disminución del consumo de otras drogas actualmente legales como el alcohol (el efecto âsustituciónâ). Pero, es sólo una conjetura, pese a que esté fundamentada.
Brian Bennett, editor de la página web âtruth: the Anti-drugwarâ, la cual cuenta con muchas compilaciones y rastreos de los datos de la guerra a las drogas, indicó en un correo-e esta mañana que en 1979, el año en que se dice que el consumo de drogas llegó a su punto más alto, hubo 7.101 muertes registradas por todas las drogas ilegales juntas. En 2004, el último año con datos disponibles (y para el cual Bennett recién cargó una presentación), el total fue de 30.711, más que cuatro veces ese número. Claramente, hay mucho más que meros Ãndices de consumo en las cosas.
El informe punzante de la Comisión de PolÃticas de Drogas del Reino Unido lanzado esta semana da alguna información, aunque provisoria, sobre la cuestión de si enormes números de personas que no son usuarias de drogas ahora se volverÃan consumidores si las drogas fueran legalizadas. De acuerdo con el informe, de autorÃa conjunta de un destacado académico estadounidense, Peter Reuter, y de un importante académico británico, Alex Stevens, âHay pocas pruebas del Reino Unido o de cualquier otro paÃs de que las polÃticas de drogas influencian sea el número de usuarios de drogas sea la parte de los usuarios que son dependientesâ. Otros factores â culturales y sociales, cita el informe â parecen desempeñar un rol determinante más importante que las leyes y las polÃticas.
Se supone que Reuter y Stevens habÃan analizado las diferencias sólo entre sistemas prohibicionistas distintos, ya que no hay sistemas de legalización existentes con los cuales se pueda comparar los datos. Cambiar a un sistema de legalización es un cambio más fundamental que hacer un cambio entre un sistema de prohibición y otro, aun entre uno más severo como el nuestro y uno más tolerante como las polÃticas en los PaÃses Bajos o en Suiza. Sin embargo, por lo menos dicho hallazgo cuestiona la suposición de que el consumo de drogas crecerÃa vertiginosamente después de la legalización â simplemente no es tan obvio asà que eso sucederÃa.
Reuter y Stevens también señalan que los gobiernos pueden tener peso en âla reducción de los niveles de los daños relacionados con las drogas... a través de la expansión y la innovación en los servicios de tratamiento y de reducción de dañosâ. O sea, las muertes relacionadas con las drogas no necesitan haber más que cuadruplicado en los EE.UU. durante un cuarto de siglo en el que el porcentaje de la población que consume drogas ha disminuido, si los legisladores tuvieran un poquito más de consideración por lo que están haciendo. Esa última sentencia es una interpretación mÃa; no quiero poner palabras en las bocas de los autores. Pero creo que eso se sigue de sus propias palabras bien directamente.
Es comprensible que un ciudadano normal que no haya estudiado las polÃticas de drogas no demuestre de inmediato el mismo grado de sofisticación en la cuestión que un académico o un defensor. Al fin, muchos de los sustentáculos básicos de la reforma de las polÃticas de drogas son contraintuitivos â no se me ocurrió que la legalización de las drogas podÃa reducir la criminalidad hasta que leà sobre la idea, por ejemplo.
Pero, que los legisladores sigan a basar polÃticas que afectan a muchÃsimas personas en las reacciones y los eslóganes más simplistas es totalmente irresponsable â como prueban los números de Bennett. Las consecuencias de la ignorancia o la politización en las polÃticas de drogas son el sufrimiento, la injusticia y la muerte. Nuestros âlÃderesâ que han permitido voluntariamente que eso sucediera deberÃan sentir vergüenza.
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