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Editorial: La arrogancia de la necedad

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David Borden, Director Ejecutivo

David Borden
Como los lectores habituales de esta columna tienen ciencia, soy legalizador y estoy seguro de ello. Estoy absolutamente convencido de que, en total, la prohibición hace más daño que bien y que las pruebas de esto son abrumadoras.

Por ejemplo, considero que los efectos de mandar cientos de billones de dólares al año al submundo criminoso – apenas una de las muchas consecuencias adversas de la prohibición – son tan serios en su impacto sobre la criminalidad, la violencia y la corrupción como para ser insondables. No puedo imaginarme cómo cualquier incremento concebible de manera realista en el consumo de drogas después de la legalización – hipotética – puede llegar, en el daño que podría causar, a rivalizar con el increíble perjuicio notorio causado hoy por apenas ese único aspecto de la prohibición. Aun si la prohibición no volviera las drogas más peligrosas (lo que hace), simplemente no creo que eso sucedería. Como es lógico, ya que fundé una organización dedicada a trabajar por la legalización.

Con todo, no soy tan arrogante a punto de negar la posibilidad de que la gente que se opone a legalización pueda tener razones legítimas para sostener las opiniones que tiene. No para la marihuana – el apoyo a la prohibición de la marihuana es un aspecto verdaderamente rarísimo de nuestra sociedad moderna, el cual creo que al final será entendido en cuanto tal. Pero algunas de las otras drogas que son ilegales ahora sí suponen peligros serios para algunos de sus consumidores. No para la mayoría de sus usuarios, pese a lo que se suele creer; y los peligros han crecido bastante allende lo que aumentarían a través de las condiciones que la prohibición ha creado. Pero hay suficiente peligro posible relacionado con drogas como la cocaína o la heroína para que el impulso de prohibirlas sea comprehensible – mal calculado, a mi juicio, pero comprehensible -, no es completamente raro que muchos estén de acuerdo con la prohibición de aquellas drogas, aunque yo crea que están muy equivocados.

Aquellos que ven las cosas de esta manera están muy bien acompañados – hay legisladores, jueces, médicos, editorialistas, ex ministros, aun algunos jefes de estado, dentro de nuestro grupo de aliados firmes y fervorosos. En Gran Bretaña, a lo largo de las dos últimas semanas, el conjunto ha crecido más. Richard Brunstrom, jefe de policía de Gales del Norte, llamó la prohibición de las drogas “inmoral” y recomendó la legalización en un informe que envió al “Ministerio del Interior” del país. Su corporación le ha dado respaldo en esto. Y esta semana el ex director de las prisiones agregó su voz a la mezcla simpatizante también.

Absolutamente no son los primeros británicos a decir estas cosas. Por ejemplo, el actual presidente del Partido Conservador en el RU, David Cameron, es legalizador, así como la finada Mo Mowlam, la equivalente del “secretario antidroga” de Gran Bretaña en su época. La revista Economist del Reino Unido, una publicación global muy leída, solía opinar en favor de la legalización casi sin parar y a veces aún lo hace. Entonces, leyendo las palabras de la oposición a Brunstrom, la Asociación de Jefes de Policía del país, me encuentro obligado a maravillarme con la arrogancia; Ken Jones, el presidente de la ACPO, lanzó una declaración que llamaba la legalización “indiscutiblemente un consejo de desespero”.

¿Desespero? ¿Ah, sí? Pese a todas las personas extremamente listas en el país que han expresado puntos de vista pro legalización hasta la fecha, quienes han explicado por qué creen que ella va a mejorar, no empeorar las cosas? Reconozco completamente el derecho de la ACPO a adoptar una postura prohibicionista y, a pesar de mis opiniones, no digo que eso los vuelve automáticamente poco razonables. Pero la selección específica de palabras de Jones me hace pensar que o no está familiarizado con los pros y los contras de la cuestión ni con el apoyo conocidísimo que existe a favor de la legalización o no está dispuesto a reconocerlos.

De este lado del océano, la región norte de Nueva York presenció la emanación de una lógica parecida de parte de los guerreros antidrogas en una disputa para fiscal. Después que el candidato demócrata, Jonathan Sennett, pidió la despenalización de la marihuana – ni siquiera la legalización, apenas la despenalización, de la marihuana nomás, él dijo que ella no era más peligrosa que el alcohol o el tabaco -, sus dos oponentes lo atacaron por ello. Uno de ellos, un ex fiscal de Manhattan llamado Vincent Bradley llegó a decir que era “inadecuado” que un fiscal dijera que la marihuana no es más peligrosa que el tabaco.

Bueno, en realidad, si uno juzga por los datos sobre la mortalidad, el tabaco es enormemente más peligroso que la marihuana. No que el tabaco debiera ser ilegal también, por supuesto. Pero los hechos sobre lo que las dos sustancias hacen son hechos a propósito de ellas y reconocerlos no es irresponsable. Ya he explicado qué pienso de la prohibición de la marihuana y hay una serie de comisiones de primera cuyos hallazgos me respaldan. Entonces, creo que los comentarios de Bradley y Jones son un caso clarísimo de la arrogancia de la necedad. No porque no esté de acuerdo con ellos, sino porque han adoptado sus posturas de manera muy arrogante a la cara de tanta gente impresionante que discrepa completamente con ellos.

Nosotros del movimiento antiprohibición podemos aceptar algunos insultos. De hecho, cuanto más los tiran en nuestra dirección, tanto más exito sabemos que estamos teniendo. No seas demasiado confiado, Ken Jones, más británicos han oído hablar de Richard Brunstrom que de ti; y no te confíes demasiado en tu estrategia sobre las drogas, Vince Bradley. Nuestro mensaje está siendo divulgado y le gana a la tuya, de sobra.

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