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Reportaje: La paz de la marihuana en Seattle mientras el Festival del Cáñamo celebra la nación cannábica

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La Nación Cannábica estuvo en marcha en Seattle el fin de semana pasado. Según las estimativas, 150.000 personas aparecieron el sábado y el domingo en el Parque Myrtle Edwards en Elliott Bay, que queda al norte del centro de la ciudad, para celebrar el 16º Festival del Cáñamo de Seattle anual y pedir la legalización de la marihuana. Elogiado por los organizadores como el mitin de protesta más grande de la reforma de las políticas de drogas del mundo o, como dicen ellos, “protestival”, el Festival del Cáñamo estuvo a la altura de la fama que lo antecede.

David Guard, el director adjunto de DRCNet, se dirige al Festival del Cáñamo
Como siempre, el Festival del Cáñamo fue marcado por la tranquilidad, una dosis considerable de comercio y el olor embriagador y dulzón de la marihuana quemando. Cientos de vendedores – la gran mayoría de los cuales parecía estar revendiendo pipas de vidrio, narguiles de dos metros y medio y demás accesorios para el fumo – hicieron un comercio activo y miles de celebradores prendieron sus porros felizmente mientras que la policía de Seattle – obedeciendo una ordenanza municipal de “menor prioridad” instaurada por los votantes en 2003 – observaba sin hacer nada.

Unas 60 bandas que iban del rock y del reggae al hip-hop y al punk y también una tienda que emitía música tecno sirvieron de banda sonora. Entre los más destacados estaban el veterano del reggae, Pato Banton, cuya "I Do Not Sniff the Coke (I Only Smoke Sinsemilla)" evocó bramidos de aprobación, y los sostenes del Festival del Cáñamo, The Herbivores, cuya “Losing Battle” (“Pueden reducirnos a todos a prisión, pero ustedes nunca podrán vencer la lucha”) podía ser muy bien el himno del Festival.

Entre los observadores - ¡ah!, qué glorioso desfile de punks, góticos, hippies envejecidos, hippies jóvenes, madres suburbanas con cochecitos, hadas de la marihuana de Oregón, hombres de falda y los simplemente indescriptibles -, la música, la compra de pipas y la tentativa de moverse entre las masas, era fácil perder el mensaje político serio detrás del evento, pero los organizadores hicieron todo lo posible para asegurar que aun el marihuanero más apolítico recibiera una dosis salubre del mensaje reformador.

“El Festival del Cáñamo se trata de promover la libertad de opción y los derechos humanos”, dijo el principal organizador, el ubicuo e infatigable Vivian McPeak, del Escenario Central durante uno de sus miniarengas entre las presentaciones. “Los adultos responsables y honestos no deben ser presos por delitos de marihuana”, recordó al público.

McPeak era apenas la voz más visible (y audible) del Festival. Como esfuerzo integrado exclusivamente por voluntarios que involucra a cientos de personas, el Festival del Cáñamo es un testamento del poder de la organización comunitaria.

David Guard y Phil Smith en la mesa de la DRCNet
Y aunque la muchedumbre en el Festival pueda haber estado más interesada en su mayoría en los narguiles que en la política, aquellos que estaban allí para algo allende la fiesta tuvieron oportunidades de sobra de escuchar y aprender. Docenas de reformadores de las políticas de drogas - de figuras conocidas nacionalmente como Jack Herer, Ed Rosenthal, Rick Steves y Keith Stroup a activistas locales menos conocidos, pero igualmente impresionantes – estaban en la lista de oradores. Aunque la discusión seria sobre las políticas de drogas fuera relegada a la tienda del Cañamosio, donde panel tras panel se reunía para debatir aspectos distintos de las leyes sobre la marihuana, la marihuana medicinal y las cuestiones generales de la reforma de las políticas de drogas, los reformadores también aparecieron en todos los escenarios entre actos.

El domingo por la tarde, Rick Steves, el escritor de libros de viaje y presentador de un programa de viajes en la televisión, se dirigió a una enorme multitud desde el Escenario Central. Como justo había regresado de Europa, Steves le dijo a la muchedumbre que los europeos no consideran la marihuana algo importante y los estadounidenses también no deberían. Steves citó la Declaración de la Independencia de los EE.UU., con su pedido de vida, libertad y la busca de la felicidad. “Creo que de eso se tratan los Estados Unidos”, dijo.

La apasionada Debby Goldsberry de la Cannabis Action Network conmovió a la muchedumbre con su relato del asedio a los dispensarios de marihuana medicinal en California de parte de la DEA, mientras que la paciente federal de marihuana medicinal, Elvie Musika, atrajo aclamaciones y aplausos por defender la hierba con firmeza.

Aunque el público estuviera contento en escuchar a Steves y a otros reformadores que les hablaban de los escenarios entre las bandas, los stands de la reforma de las políticas de drogas estaban relativamente quietos. Quizá uno de cien participantes del Festival paraba para conversar sobre política y quizá uno de cada 500 se molestó en añadir su nombre a los listados electrónicos de la reforma.

Puede ser la marca de la “normalización” de la marihuana en la Costa Oeste en general y en Seattle en particular. Después de un comienzo difícil con la policía en los primeros días del festival en los años 1990, la policía y los organizadores han llegado a un acuerdo. Sin lugar a dudas, la sensatez de la ley está vinculada con la experiencia con la reunión pacífica, que se ha vuelto una institución de Seattle, pero también se trata de la ley y de las políticas públicas en la ciudad. En 2003, los votantes aprobaron una iniciativa que transformaba los delitos adultos por tenencia de marihuana en la menor prioridad de la ley. Con menos de 40 arrestos por tenencia de marihuana en Seattle el año pasado, la policía ha seguido claramente a los electores.

Aunque la policía de Seattle fuera visible y circulara entre las personas, una política de no-arresto era bien evidente. Los oficiales a pie o en bicicleta pasaban rutinariamente por grupos de marihuaneros jóvenes sin hacer nada. El miércoles, la policía de Seattle le dijo a la Crónica que había habido una suma total de cinco detenciones. “Fue un evento pacífico”, dijo el oficial Mark Jamieson, vocero de la comisaría. “Hubo tres arrestos por crimen y dos arrestos por contravención y algunos frecuentadores fueron acompañados a la salida”, dijo.

Uno de los arrestados era un joven que expelió el humo de la marihuana en la cara de un policía, una acción que McPeak denunció como “estúpida” desde el escenario. Otro era un joven que intentó robarse la cartera de una mujer y fue atrapado por la gente y retenido para la policía.

Para el oficial Jamieson y la policía de Seattle, el Festival del Cáñamo es más un evento. “El Festival del Cáñamo es abordado de la misma manera que cualquiera de los cientos de otros eventos realizados en la ciudad anualmente”, dijo. “Es un evento permitido y legal que requiere la presencia de los policías de Seattle con base en los números de participantes que van todos los años”.

Y así debería ser. De hecho, el Festival de Cáñamo es el “protestival” pro reforma de las políticas de drogas más grande del mundo, pero también es – y para la mayoría de los frecuentadores, más – una celebración y la normalización de la cultura cannábica con que comulgan. Dados el amplio apoyo comunitario en Seattle y una comisaría de policía que sabe cómo seguir y liderar a su comunidad, los Estados Unidos sabrán que han alcanzado la “paz de las drogas” cuando el abordaje de Seattle sea la norma y no la excepción a eventos parecidos alrededor del país.

Para ver cómo estamos lejos de la paz de las drogas ahora, pregúntese qué podría haber sucedido si el Festival del Cáñamo hubiera sido realizado en su comunidad.

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