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Editorial: La Ignorancia que Lleva a Sufrimiento, Injusticia y Muerte

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Cuando discuto la idea de la legalización de las drogas con aquellos que están familiarizados con la cuestión, comúnmente me preguntan, “¿La gente no iría a consumir más drogas si fueran legales?” o “¿Los problemas no aumentarían si las drogas fueran legales?”

David Borden
La reacción es simplista. Es posible – no determinado – que el consumo de drogas aumente después que se termine la prohibición. Pero ése mal es el comienzo del análisis, no su conclusión. Pase lo que pase con los índices de consumo de drogas, los muchos perjuicios devastadores oriundos de la prohibición se terminarán – la violencia y el desorden público del narcotráfico ilícito, las intoxicaciones y las sobredosis por purezas inciertas, los apuros desesperados de los adictos que no tienen cómo pagar los altos precios de las calles, sólo para citar algunos. Richard Dennis, un famoso financista que fue un gran defensor del movimiento al principio, escribió que los índices de la adicción pueden doblar con la legalización, pero que el daño total disminuirá. No sé cuáles son los cálculos ni si hay buenos cálculos sobre el asunto. Pero, aun si supiéramos lo que iría a suceder con los índices de consumo de drogas o de la drogadicción – lo que no sabemos –, volver eso la única medida de las políticas, mucho menos la principal, no hace justicia a la complejidad o a la importancia de las políticas de drogas.

Mi predicción es la de que el consumo experimental o casual de ciertas drogas aumentaría, pero involucraría, en su mayor parte, formas de potencia menor de las drogas que están disponibles ampliamente ahora y sería equilibrado por la disminución del consumo de otras drogas actualmente legales como el alcohol (el efecto “sustitución”). Pero, es sólo una conjetura, pese a que esté fundamentada.

Brian Bennett, editor de la página web “truth: the Anti-drugwar”, la cual cuenta con muchas compilaciones y rastreos de los datos de la guerra a las drogas, indicó en un correo-e esta mañana que en 1979, el año en que se dice que el consumo de drogas llegó a su punto más alto, hubo 7.101 muertes registradas por todas las drogas ilegales juntas. En 2004, el último año con datos disponibles (y para el cual Bennett recién cargó una presentación), el total fue de 30.711, más que cuatro veces ese número. Claramente, hay mucho más que meros índices de consumo en las cosas.

El informe punzante de la Comisión de Políticas de Drogas del Reino Unido lanzado esta semana da alguna información, aunque provisoria, sobre la cuestión de si enormes números de personas que no son usuarias de drogas ahora se volverían consumidores si las drogas fueran legalizadas. De acuerdo con el informe, de autoría conjunta de un destacado académico estadounidense, Peter Reuter, y de un importante académico británico, Alex Stevens, “Hay pocas pruebas del Reino Unido o de cualquier otro país de que las políticas de drogas influencian sea el número de usuarios de drogas sea la parte de los usuarios que son dependientes”. Otros factores – culturales y sociales, cita el informe – parecen desempeñar un rol determinante más importante que las leyes y las políticas.

Se supone que Reuter y Stevens habían analizado las diferencias sólo entre sistemas prohibicionistas distintos, ya que no hay sistemas de legalización existentes con los cuales se pueda comparar los datos. Cambiar a un sistema de legalización es un cambio más fundamental que hacer un cambio entre un sistema de prohibición y otro, aun entre uno más severo como el nuestro y uno más tolerante como las políticas en los Países Bajos o en Suiza. Sin embargo, por lo menos dicho hallazgo cuestiona la suposición de que el consumo de drogas crecería vertiginosamente después de la legalización – simplemente no es tan obvio así que eso sucedería.

Reuter y Stevens también señalan que los gobiernos pueden tener peso en “la reducción de los niveles de los daños relacionados con las drogas... a través de la expansión y la innovación en los servicios de tratamiento y de reducción de daños”. O sea, las muertes relacionadas con las drogas no necesitan haber más que cuadruplicado en los EE.UU. durante un cuarto de siglo en el que el porcentaje de la población que consume drogas ha disminuido, si los legisladores tuvieran un poquito más de consideración por lo que están haciendo. Esa última sentencia es una interpretación mía; no quiero poner palabras en las bocas de los autores. Pero creo que eso se sigue de sus propias palabras bien directamente.

Es comprensible que un ciudadano normal que no haya estudiado las políticas de drogas no demuestre de inmediato el mismo grado de sofisticación en la cuestión que un académico o un defensor. Al fin, muchos de los sustentáculos básicos de la reforma de las políticas de drogas son contraintuitivos – no se me ocurrió que la legalización de las drogas podía reducir la criminalidad hasta que leí sobre la idea, por ejemplo.

Pero, que los legisladores sigan a basar políticas que afectan a muchísimas personas en las reacciones y los eslóganes más simplistas es totalmente irresponsable – como prueban los números de Bennett. Las consecuencias de la ignorancia o la politización en las políticas de drogas son el sufrimiento, la injusticia y la muerte. Nuestros “líderes” que han permitido voluntariamente que eso sucediera deberían sentir vergüenza.

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