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Reportaje: Más policías murieron ordenando el tráfico que trabando la guerra a las drogas el año pasado

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La noche del sábado pasado, el policía Calvin Jencks de la Policía de Tráfico de Tennessee, parte de la autoproclamada “manada de lobos” de policías que merodean las carreteras en busca de narcotraficantes, descubrió lo que estaba buscando. Pero, cuando él paró un vehículo con chapa tejana a fines de aquella noche, sus ocupantes lo mataron. Cuando fueron arrestados poco tiempo después, la policía los describió de hecho como entregadores de drogas. Así, el patrullero Jencks se convirtió en otra baja de la ley en la guerra a las drogas.

menos peligroso para los policías que para los habitantes, por lo que parece
¿Ésa es una sorpresa, no? Hacer la guerra contra las drogas es peligroso y requiere sacrificios heroicos ya que policía se enfrenta rutinariamente a narcotraficantes mortíferos y usuarios de drogas trastornados. Por lo menos ésa es la línea oficial, rutinariamente promulgada por oficiales de la ley que hablan de carteles y traficantes letales que usan armamento potente. Ésa es una idea reforzada por innúmeros programas de la tele que glorifican a la policía como “la línea azul fina” que, en gran peligro personal, nos protege de aquellos drogados. En verdad, el bravo oficial que lucha la guerra a las drogas es una parte esencial de la mística venerable que rodea a los hombres y mujeres de azul.

Resulta que aunque imponer las leyes sobre las drogas no sea tan seguro, estadísticamente tampoco es especialmente peligroso. De acuerdo con una pesquisa de la Crónica de la Guerra Contra las Drogas basada en informes en Officer.Com, que compila una lista de las muertes de todos los policías en el cumplimiento del deber en todo el país con base en comunicados de prensa del National Law Enforcement Officers Memorial Fund (NLEOMF, por la sigla en inglés), pese a hacer cerca de dos millones de arrestos por drogas el año pasado, sólo cuatro oficiales de la policía estadounidense fueron muertos imponiendo las leyes sobre las drogas y sólo en dos de aquellos casos la imposición de la legislación antidroga fue la causa directa de muerte. Un oficial encubierto fue muerto haciendo una compra de drogas, uotro entregando una orden de búsqueda de drogas, un policía de tráfico murió en un choque de camino hacia una aprehensión de drogas y un oficial fue muerto cuando intervino en un conflicto entre pandillas rivales que traficaban drogas.

He aquí la lista completa:

  • En marzo, el sargento Jeremy Newchurch del Gabinete del Sheriff de la Parroquia de Assumption de Luisiana fue muerto a tiros en un conflicto con un sospechoso mientras cumplía órdenes de búsqueda de drogas;
  • En mayo, el oficial Eduardo Chávez de la Secretaría de Seguridad Pública de Tejas fue muerto en un accidente de auto mientras se dirigía hacia una aprehensión de drogas a oeste de la Ciudad de Sullivan;
  • En agosto, el cabo detective Charles Smith, 29, de Beckley, Virginia Occidental, fue muerto a tiros mientras hacía una compra encubierta de drogas;
  • En diciembre, el agente Juan José Burgo-Vélez de la Policía de Puerto Rico, 36, fue muerto a tiros cuando él y otros oficiales intervinieron en un tiroteo entre pandillas narcotraficantes rivales.

El número de oficiales muertos en la guerra a las drogas el año pasado es parecido, aunque ligeramente menor, al de los últimos años. Aunque el NLEOMF no haya lanzado aún cifras oficiales sobre las muertes de oficiales relacionadas con la represión a las drogas para el año pasado, lo ha hecho para los años anteriores. Siete oficiales fueron muertos en incidentes relacionados con las drogas en 2000, 13 en 2001, 2 en 2002, 13 en 2003, 14 en 2004 y 10 en 2005.

De acuerdo con el NLEOMF, 151 oficiales de la ley murieron en el cumplimiento del deber el año pasado, pero más de la mitad murió en accidentes de carretera (61) o eventos médicos relacionados con el trabajo, como ataques cardíacos (18). Un oficial fue muerto a cuchillazos, otro fue muerto a golpes y 54 fueron muertos por arma de fuego. De acuerdo con la compilación de Officer.com, más oficiales de la ley fueron muertos ordenando el tránsito que imponiendo las leyes sobre las drogas.

Considerando que hay cientos de miles de oficiales de la ley en los EE.UU., ése no es un índice alto de mortalidad para la vigilancia policíaca como profesión. De hecho, ser un oficial de la policía ni siquiera llega al listado de los 10 empleos más peligrosos del Ministerio del Trabajo de los EE.UU.. (Para los curiosos, la ocupación más peligrosa es de leñador, seguida en orden por piloto de aeronave, pescador, metalúrgico, basurero y reciclador, agricultor, techador, trabajador de la línea eléctrica, camionero y taxista.)

Dado el índice bajo de mortalidad para la policía en la guerra a las drogas – 4 muertes en 1,8 millón de detenciones -, los críticos de las tácticas severas de la represión legal, como la dependencia de equipos paramilitarizados a la SWAT que cumplen órdenes de búsqueda de drogas y de arresto, tienen aún más motivos para pensar si son realmente necesarias. De acuerdo con algunas estimativas citadas en Overkill: The Rise of Paramilitary Police Raids in America del analista de políticas de libertades civiles, Radley Balko, hasta 40.000 allanamientos de la SWAT, la mayoría de ellos por drogas, ocurren todos los años ahora.

“Esto indica que los infractores de la legislación antidroga no son los criminales violentos que la policía retrata a menudo, particularmente las personas pobres contra las cuales estas tácticas de la SWAT están dirigidas frecuentemente”, le dijo Balko a la Crónica. “También respalda los estudios que dicen que armas son raramente encontradas, y cuando lo son, no son el tipo de armamento potente de alto calibre que los defensores de la SWAT siempre dicen que van a encontrar”.

Ronald Sloan, director de la National Narcotics Officers' Associations Coalition, parecía perplejo con los bajos números de fatalidades en la guerra a las drogas de la policía, pero aún defendía las tácticas agresivas de la policía. “Mi compañero fue muerto en un allanamiento antidroga”, le dijo él a la Crónica. “Fui un oficial de narcóticos durante 20 años. Es el trabajo más peligroso que existe”. En cuanto a los allanamientos de la SWAT, dijo Sloan, “Esos tipos son entrenados para esas situaciones. Tienen menos chances de ser albeados que un bando de agentes antinarcóticos pateando la puerta”.

Jack Cole, director ejecutivo de Law Enforcement Against Prohibition, también tiene una larga experiencia como agente de represión a los estupefacientes. “No me preocupaba mucho con que alguien intentara matarme. No los narcotraficantes; son hombres de negocios, ellos prefieren huir del policía que dispararle, porque saben que entonces habría mil policías más para perseguirlos”.

Pero, fue otro predador engendrado por la prohibición que preocupó a Cole mientras hacía el trabajo encubierto. “El único grupo con el cual estábamos preocupados no era el de los narcotraficantes, sino el de los artistas de la extorsión que creen que se están robando el dinero de sólo un narcotraficante, le disparan y se quedan con el dinero. Ellos ni siquiera saben que eres un policía”.

Para Cole, la fuerte dependencia de los allanamientos a la SWAT es innecesaria y peligrosa, por lo menos para los civiles involucrados. “Cuando se considera el número de personas muertas en los allanamientos de la SWAT, es excesivo”, dijo. “Como aquella señora de 92 años en Atlanta, Kathryn Johnston. La SWAT crea este tipo de situación”.

Aunque no existan datos seguros sobre el número de personas muertas en los allanamientos antidrogas de la policía, “Overkill” de Balko lista docenas de incidentes en que civiles, algunos inocentes, algunos culpables de un delito de drogas, fueron muertos o heridos, y más en que la policía le disparó al perro. El mismo informe también lista los incidentes en que los oficiales de la policía murieron en allanamientos antidrogas. Como hemos visto, aunque el número de policías muertos en la guerra a las drogas sea bajo, los allanamientos también los matan a veces.

Parece que, en la guerra a las drogas por lo menos, los policías son muy buenos en protegerse a sí mismos. Ahora, la pregunta es: ¿quién nos protegerá de ellos?

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