Editorial: La guerra a las drogas tiene muchas constantes, pero no es una
David Borden, director ejecutivo
[inline:borden12.jpg align=right caption="David Borden"]Esta semana, Phil nos dio un anticipo de lo que él cree que serán los artÃculos más destacados de 2008 de la Crónica de la Guerra Contra las Drogas. Como también señaló, algunas cuestiones son constantes.
Una cuestión como ésa, simultáneamente mundana (debido a su omnipresencia) y espectacular (también debido a la omnipresencia), es la de la corrupción policÃaca impulsada por los beneficios y otros incentivos creados por la prohibición de las drogas. De las 50 ediciones que publicamos el año pasado, 46 de ellas incluyen informes de las âhistorias de policÃas corruptos de esta semanaâ y tres de las cuatro semanas que no los tuvieron sucedieron cuando Phil estaba viajando en Perú y Bolivia. Espere que la prohibición corrompa ininterrumpidamente las instituciones de nuestro paÃs y también las de otros paÃses e instituciones globales hasta que las drogas sean legalizadas.
Otra cuestión es la de los precios callejeros para comprar drogas ilegales, un barómetro del impacto de la guerra a las drogas, aunque sea defectuoso. La teorÃa es la de que, al atacar la fuente de las drogas, al hacer la interdicción y arrestar a traficantes, la oferta de drogas será reducida y su precio va a aumentar, lo que, a su vez, reduce la demanda. La cuestión apareció el año pasado cuando la secretarÃa antidroga tuvo la caradura de jactarse de un incremento âinéditoâ en los precios de la cocaÃna en 2007 en comparación con 2006. Como señalaron analistas en respuesta, no es inédito â no es inédito del todo, aquello fue literalmente una mentira deslavada â y, más importante aún, dichos aumentos han sido totalmente abrumados por las caÃdas en los precios que sucedieron durante la mayor parte de los años. Como señalé en un editorial el semestre pasado, en términos reales el precio callejero medio de cocaÃna en los EE.UU. ha caÃdo a razón de cinco desde principios de años 1980 cuando se instauró el programa de rastreo de los precios. Espere que la guerra a las drogas siga no alcanzando sus resultados prometidos â aun cuando medidos según sus propios términos â hasta que se termine la guerra a las drogas.
Hablando de la secretarÃa antidroga â conocida formalmente como Gabinete de PolÃtica Nacional de Control de las Drogas u ONDCP, una sucursal de la Casa Blanca -, 2007 presenció la publicación de un libro revelador que detalla un abanico impresionante de tergiversaciones de hechos y estadÃsticas de parte del ONDCP en sus informes anuales a lo largo de los últimos años. Con agradecimiento â y de modo atÃpico -, los grandes medios de comunicación, incluso la NPR y el Washington Post reconvinieron al ONDCP por su confabulación respecto a la coca. Desdichadamente, fue apenas una de las tramoyas propagandÃsticas que el ONDCP ha realizado desde que el libro de denuncia llegó a la estanterÃa el marzo último. Como señaló el nuevo vicedirector de la agencia esta semana, el equipo del gobierno actual tiene âun año másâ para hacer el trabajo. Dudo que el equipo del próximo gobierno se salga mucho mejor, pese a quien venza las elecciones, pero nunca se sabe. Si el secretario antidroga de Bill Clinton con más tiempo de servicios prestados sirve de indicio, no lo hará.
Las circunstancias más constantes de la guerra a las drogas también son las más trágicas: el cotidiano lúgubre entre rejas; los dolores del paciente, un dÃa sà y otro no, por la negación de remedio; el desespero del niño que crece en un barrio deteriorado por la pobreza y plagado por la violencia del narcotráfico. Nuestro deber es acordarnos de las vÃctimas silentes de la prohibición todos los dÃas, contar sus historias a todos los que quieran escucharlas; comparar la crueldad de la guerra a las drogas con el trabajo, la compasión y la esperanza constantes.
Cuando llegue el momento oportuno, los cambios por que trabajamos van a venir. Y ése será de veras el artÃculo más destacado del año.
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