Adiós: Una mujer víctima de la guerra a las drogas se muere, la otra está a punto de morirse

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Pensamos en dos mujeres víctimas de la guerra a las drogas esta semana, una que llegó hasta la Corte Suprema y ganó, sólo para ser asesinada hace unos cuantos días, y otra que sufrió largos años en la prisión bajo las durísimas leyes Rockefeller sobre las drogas y logró su libertad, sólo para ser vencida por un cáncer que no fue tratado mientras estaba entre rejas.

Allá en Deltona, en Florida, la prisionera de la ley Rockefeller sobre las drogas convertida en defensora de la reforma, Veronica Flournoy, está en un hospital para pacientes terminales cercada por la familia mientras muere de cáncer. Los dolores en su pecho que los médicos de la prisión le dijeron que ignorara resultaron ser cáncer de pulmón, que ahora se ha extendido a su cerebro. Tiene 39 años.

Cuando estaba presa cumpliendo una sentencia de ocho años a prisión perpetua, Flournoy ya tenía una hija de dos años. Su segunda hija nació en la prisión. Cuando salió, ella recogió a sus hijas y por un momento muy breve pudo gozar de la vida con su familia.

Pero no se olvidó de las mujeres que dejó en la prisión. Ella compareció a los mítines por la reforma de las políticas de drogas. Y sigue trabando la buena lucha. Aun ahora mientras se está muriendo, un anuncio de servicio público instándole al gobernador de Nueva York, Elliot Spitzer (D), a cumplir su promesa de reformar las leyes Rockefeller está siendo transmitido.

Mientras tanto, en Columbia, Carolina del Sur, Crystal Ferguson, la negra pobre presa por sacar positivo para cocaína cuando dio a luz a una niña en un hospital de Charleston en 1991, fue muerta junto a su hija en un incendio criminoso el mes pasado. La otra hija, la nacida en 1991, estaba de viaje acampando. La acción de Ferguson contra el hospital, Ferguson vs. Ciudad de Charleston, Carolina del Sur, resultó en un fallo que decía que el examen toxicológico de mujeres embarazadas sin su consentimiento era equivalente a una búsqueda ilegal. El caso también atrajo la atención nacional a las cuestiones complejas de raza, clase, embarazo y consumo de drogas.

Tras la victoria en la Corte Suprema, Ferguson regresó a las sombras, creando a sus dos hijas discretamente un una casa móvil en un barrio modesto. Su hija superviviente, Virginia, le dijo al periódico State que a ella no le gustaba conversar sobre el caso de su madre, pero que sus esfuerzos de salir de la pobreza la habían inspirado. “Todo lo que se ve es gente sin techo o algo por el estilo. Nadie quiere intentar algo. Ella no era así. Ella quería intentar”, dijo Virginia. “Pero creo que no funcionó”.

Las dos serán echadas de menos.

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