Reportaje: EE. UU. desiste de erradicar adormideras afganas para visar a narcotraficantes

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Esta semana miles de infantes de la Marina de EE. UU. acudieron a raudales a la Provincia de Helmand al sur de Afganistán para llevar la lucha contra el Talibán al baluarte enemigo. Pero en una desviación desconcertante de décadas de políticas antidrogas estadounidenses, la erradicación del enorme cultivo de adormideras de Helmand no formará parte de su misión general.

Richard Holbrooke, el enviado de EE. UU. para Pakistán y Afganistán, les dijo a los integrantes del G-8, el grupo mundial de países industrializados, que intentar aplastar el tráfico en opio y heroína a través de la erradicación era contraproducente y una mala política. En cambio, EE. UU. se concentrarían en fomentar el desarrollo alternativo, aumentar la seguridad y visar a narcotraficantes y laboratorios de drogas.

[inline:nejat3.jpg align=left caption="ilustración antidroga afgana en el Centro Nejar en Kabul"]“La erradicación es un desperdicio de dinero”, le dijo Holbrooke a Associated Press durante una pausa en la reunión de ministros extranjeros del G-8 en Afganistán. “Las políticas occidentales contra el opio, la adormidera, han sido un fracaso. Puede destruir algunas hectáreas, pero no redujo el importe de dinero que el Talibán recibió por dólar. Solamente ayudó al Talibán, así que vamos a discontinuar la erradicación”, dijo.

“Los agricultores no son nuestros enemigos; solamente siembran un cultivo para sustentarse. Es el sistema de la droga”, prosiguió Holbrooke. “Entonces, la política de EE. UU. llevaba a la gente a las manos del Talibán”.

Se calcula que los insurgentes talibanes ganen decenas o aun cientos de millones de dólares al año con el tráfico en opio y heroína, que genera múltiples flujos de ingresos para ellos. Los comandantes talibanes gravan a los cultivadores de adormideras en regiones que se encuentran bajo su control, proporcionan seguridad a los convoyes con drogas y venden opio y heroína mediante redes de contrabando que atraviesan el mundo.

Hasta el año pasado, los formuladores de políticas estadounidenses fueron a favor de intensificar las labores de erradicación, siendo que algunos aun expusieron argumentos a favor de la aspersión aérea con herbicidas, como se ha hecho con éxito limitado, pero con consecuencias políticas y ambientales graves en Colombia. Esa idea sufrió la oposición del gobierno afgano del presidente Hamid Karzai y también de los colaboradores de EE. UU. en OTAN, particularmente Gran Bretaña, que respalda la expansión de la erradicación manual en las plantaciones de adormideras.

El domingo el general Khodaidad, ministro antidroga afgano, contestó las afirmaciones de Holbrooke de que la erradicación era un fracaso al decirle a Canadian Press que Afganistán había alcanzado “muchísimo éxito” con su estrategia antidroga, la cual depende bastante de la erradicación manual de las plantaciones de adormideras. Con todo, él dijo que admitiría de buena gana la nueva estrategia estadounidense. “Sea cual fuere el programa o la estrategia que beneficie a Afganistán, nos alegramos de acogerlo”, dijo Khodaidad. “Estamos satisfechos con nuestra política… así que no veo ninguna pausa o, cómo se llama, deficiencia, en nuestra estrategia. Nuestra estrategia es perfecta. Nuestra estrategia es buena”.

Gran Bretaña y EE. UU. discrepan con relación a los planes de erradicación de plantaciones. De acuerdo con el periódico londinense The Independent, el domingo funcionarios británicos dijeron que iban a seguir financiando la erradicación manual en áreas que están bajo su control. Sin embargo, dichos funcionarios minimizaron cualquier controversia y dijeron que faltaba resolver los detalles.

Pero la erradicación ha tenido un éxito extremadamente limitado. De acuerdo con la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD), la erradicación llegó a su punto más alto en el 2003, mientras el Talibán se batía en retirada, con más de 20.600 hectáreas destruidas. Hacia el 2007, esa cifra había caído para 19.000 hectáreas y el año pasado se erradicaron ínfimas 5.465 hectáreas. Asimismo, un sondeo de los pueblos que habían participado en la erradicación el año pasado descubrió que casi la mitad de ellos volvió a cultivar adormideras este año.

El cambio en la política estadounidense fue halagado por observadores de todas las ideologías. También provocó especulaciones de que se podía emularlo en otras partes, particularmente en Latinoamérica.

“La nueva estrategia antidroga en Afganistán que aminora la erradicación y enfatiza el desarrollo agrícola y la interceptación está correctísima”, dijo Vanda Felbab-Brown, una experta en drogas, desarrollo y seguridad de la Institución Brookings. “Según las condiciones reinantes en Afganistán, la erradicación ha sido no solamente ineficaz, sino contraproducente porque fortalece el vínculo entre la población del campo que depende de la economía ilícita y el Talibán. Rehuir la erradicación contraproducente no solamente es un análisis correcto, sino una ruptura corajosa de parte del gobierno Obama con décadas de una estrategia antidroga fallida en todo el mundo que se centra en la erradicación prematura e insostenible”, añadió.

“Está claro que es un paso positivo y pragmático”, dijo Ethan Nadelmann, director ejecutivo de la organización Drug Policy Alliance. “Parece que el gobierno Obama está tan profundamente comprometido a tener éxito en Afganistán que realmente está dispuesto a llevar a cabo una política de drogas pragmática. Es una medida inteligente”, añadió. “Es un reconocimiento implícito de que no se va a erradicar la producción de opio en el mundo con tal de que exista un mercado para ello. Considerando que Afganistán es el productor predominante de opio por el momento, la estrategia pragmática es la de descubrir cómo gestionar esa producción sin llevar a cabo una estrategia de erradicación de cultivos políticamente destructiva e ineficaz”.

“Por fin este gobierno demuestra algún pragmatismo”, dijo Malou Innocent, analista de política exterior del Instituto Cato de tendencias libertarianas. “Empezamos a comprender que nuestras políticas están afectando los resultados que queremos en las políticas. No lo presenciamos durante el gobierno anterior, así que esto es sin duda prometedor”, añadió.

Ella no tardó en agregar que eso no significa necesariamente que haya una luz al final del túnel. “Lamentablemente, esto no me deja más optimista respecto a nuestras perspectivas”, manifestó. “Esto nos hará conquistar a más adeptos en el sitio, pero también tiene que estar vinculado con menos asesinatos específicos, menos ataques aéreos que generen bajas civiles o probablemente se anulará cualquier buena voluntad”, dijo.

Asimismo, Felbab-Brown advirtió que el gobierno Obama debe prepararse para defender el cambio en EE. UU. “Es imperativo que el gobierno prepare el terreno político e informe al Congreso [de EE. UU.], a la opinión pública y a la comunidad internacional de que es improbable que la nueva política resulte en una reducción considerable del cultivo o de la dependencia de la economía ilegal pronto ya que el desarrollo agrícola es un proceso duradero que depende de la seguridad”, dijo. “Hay que determinar las expectativas correctas ahora para que no se interpreten los logros de la nueva estrategia en dos o tres años como fracasos porque los números de hectáreas cultivadas con adormideras no han disminuido bastante”.

Nadelmann indicó que la nueva estrategia probablemente no impactará considerablemente el narcotráfico. “Con las medidas alternativas que proponen, como el enfoque en los traficantes, no hay muchos motivos para pensar que ello causará algún impacto considerable sobre las exportaciones afganas de opio y heroína, pero permitirá que EE. UU., la OTAN y el gobierno afgano lleven a cabo una estrategia más sagaz y productiva, por lo menos en el ámbito político”, declaró.

“Puede que la verdadera implicación interesante de esto sea para Latinoamérica”, dijo Nadelmann. “Ello hace que uno se pregunte si el gobierno Obama puede percatarse de que la misma estrategia que lleva a cabo para el opio en Afganistán tiene sentido en Latinoamérica respecto al cultivo de coca en los Andes”.

Tal vez eso sea prematuro. Como los analistas no predicen ninguna disminución en el cultivo de adormideras y poco impacto sobre el narcotráfico, a medio plazo, el único argumento político convincente para el alejamiento de la erradicación será el del éxito en derrotar o debilitar significativamente a los insurgentes talibanes. Será una tarea difícil cuyo éxito absolutamente no está asegurado.

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