Reportaje: DC toma providencias para promulgar penas más duras contra el khat

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Hace cientos, si no miles, de años que los habitantes del Cuerno de África y la región sur de la Península Arábiga consumen khat, una planta de hoja perenne originaria de la zona. Los amigos de la planta comparan el colocón con la euforia obtenida por tomar café fuerte; sus enemigos, quienes normalmente están en la fuerza pública, tienden más a compararlo con un colocón por anfetamina.

[inline:khatcontainer.jpg align=right caption="khat envuelto en hojas de plátano y contrabandeado en una maleta (usdoj.gov)"]Pero con décadas de guerra y luchas intestinas a fines del Siglo XX, sucedió una diáspora en el Este Africano. Los etíopes y somalíes se han esparcido y han creado nuevas colonias de poblaciones inmigrantes por toda Europa, Australia, Canadá y EE. UU. Como es lógico, estos inmigrantes trajeron consigo su hábito de mascar khat.

El khat no es ilegal según el derecho internacional, pese a que dos de sus compuestos activos lo sean. La catinona, el más poderoso, es una droga de Clase I según el Convenio de las Naciones Unidas sobre Sustancias Psicotrópicas, mientras que la catina, el menos poderoso, pertenece a la Clase IV. Se encuentra la catinona solamente en hojas frescas ya que se degrada rápidamente tan pronto como se coseche la planta.

Con una percepción cada vez más acentuada del khat últimamente, una serie de países, incluso EE. UU., ha prohibido la planta. En EE. UU., el khat fresco que contenga catinona es una sustancia fiscalizada de Clase I, la misma categoría que la heroína o el LSD. El khat degradado que solamente contenga catina es una sustancia fiscalizada de Clase IV, como Valium [diazepam], Librium [clordiazepóxido] y Rohypnol [flunitrazepam].

Juntamente con el gobierno federal estadounidense, 28 estados han penalizado el khat. Washington, DC alberga una de las colonias más grandes de inmigrantes oriundos del Este Africano en EE. UU. y no figura entre ellos – todavía. Según la actual legislación de DC, la catinona no es una sustancia fiscalizada y la gente pillada en poder de khat fresco no puede sufrir ninguna sanción local. Por raro que parezca, la catina, el alcaloide menos poderoso, es una sustancia fiscalizada conforme a la legislación de DC y su tenencia con intención de preparar o distribuir conlleva una sentencia máxima de tres años de prisión.

El semestre pasado, a instancias del procurador federal Jeffrey Taylor de Washington, DC, el alcalde Adrian Fenty (D) introdujo una propuesta de penalización del khat fresco en cuanto droga de Clase I, tal como lo es según la legislación federal. Actualmente el Concejo Municipal de Washington, DC pondera la propuesta como parte de su Proyecto de Ley General sobre la Delincuencia del 2009 [2009 Omnibus Crime Bill] y probablemente tomará providencias respecto a la medida antes de que termine la sesión el 15 de julio.

“Es triste que quieran poner los recursos del combate a la delincuencia en contra de los individuos de una cultura diferente que no tienen a nadie excepto su colonia e intenten castigarlos por hacer algo que siempre han hecho”, dijo Abdul Aziz Kamus de African Resource Center en Washington. “Parece que Washington quiere castigar a taxistas inmigrantes trabajadores que son ciudadanos honestos”.

Kamus relató el cuento de un taxista inmigrante que buscó la ayuda de su oficina hace algunos meses. “El tipo era padre de cuatro y estaba aterrorizado porque lo atraparon mientras compraba khat y tuvo que ir a juicio”, dijo. “Él dijo: ‘No cometí ningún delito, compré la hoja para mascarla mientras trabajo 16 horas para sustentar a mi familia’. ¿Por qué el gobierno desearía castigarlo?”

Buena pregunta. La respuesta parece ser una combinación de reacciones prohibicionistas reflejas a nuevos retos con relación a la droga, inquietudes por el impacto del consumo de khat sobre la vida familiar entre elementos de la colonia de inmigrantes del Este Africano y temores hasta el momento infundados de que los beneficios del tráfico en khat puedan estar llegando a las manos de radicales islámicos relacionados con Al Qaida en Yemen y Somalia.

“La fuerza pública ha interceptado khat fresco que llega a la ciudad y tiene sentido cambiar la ley para que esté a la altura de la droga más grave”, le dijo la subprocuradora federal Patricia Riley a Washington Times cuando se introdujo la medida el semestre pasado. La ley distrital debería ser coherente con la legislación federal, manifestó. También agregó que la potencia de la catinona aseguraba la subida de categoría.

El detective Lorenzo James de la Policía Metropolitana de DC, quien trabaja con drogas e investigaciones especiales, le dijo a Times que aunque no hubiera podido desarrollar las pruebas de que los beneficios del khat financian a terroristas, todavía tenía sospechas. Los traficantes de khat en DC se valen de hawalas o sistemas de transferencia informal de fondos comunes en Asia Meridional y el Oriente Medio que han tenido lazos con terroristas en el pasado, dijo James. “No mantienen el dinero aquí”, dijo.

El detective James era a favor de endurecer las leyes contra el khat. “¿Por qué encerrarlos cuando se recibe un tirón de orejas por un delito por droga de Clase IV que la fiscalía no quiere enjuiciar?”, dijo. “Le puedo decir que, cuando la pongan en la Clase I, muchas cosas van a cambiar”.

Esos motivos no son suficientemente buenos para los oponentes de la medida, quienes se están movilizando para bloquearla. Varios grupos e individuos han enviado deposiciones en un intento de estrangularla en el Comité del Concejo sobre el Judiciario.

“Hemos aprendido con ejemplos anteriores que prohibir una droga no cambia necesariamente los patrones de consumo; solamente asegura que se encarcelará o se apresará a más gente”, dijo Naomi Long del programa de Drug Policy Alliance para la Región Metropolitana de Washington, DC. “Los principales consumidores de khat son los inmigrantes de la colonia del Este Africano y la gente que sería impactada sería la gente de la colonia del Este Africano, que la consumía en sus países de origen como consumimos café por aquí”, agregó.

“No hay pruebas de que el consumo lúdico se disemine entre personas que no son del Este Africano”, dijo Long. “El consumo sucede en la cultura del Este Africano y la idea de que tengamos que tomar medidas enérgicas para impedir su diseminación cuando no se está diseminando es una tontería”, añadió al paso que apocaba un argumento en pro del aumento de la penalización de la planta.

Long también cuestionó la presunta relación con el terrorismo. “Creo que no ha habido ningún lazo directo documentado que muestre la relación entre los usuarios de khat en EE. UU. y la financiación del terrorismo”, dijo. “Hay que hacer un abordaje considerado al modo por que penalizamos las drogas por aquí, considerando la experiencia anterior”.

“El gobierno federal [estadounidense] habla de la posibilidad de que organizaciones terroristas estén utilizando el tráfico en khat para obtener efectivo”, señaló Kamus. “Si realmente estuviera preocupado por eso, debería legalizarlo, regularizarlo y tributar a la gente que lo vende”.

Kamus añadió otro punto. “Hablan del lazo con el terrorismo. No tratan de decir que causa la delincuencia o la violencia. No lo hace”.

Pero eso no detiene el esfuerzo de penalizar la planta más profundamente. ¿El desvelo de los taxistas o la amenaza de una droga que sustenta el terrorismo? Si dejamos que decidan los impositores de la ley y sus compinches en el gobierno, ya sabemos cuál será la respuesta.

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