Reportaje: “Equívocos médicos fatales” con medicamentos recetados suben enormemente - ¿Qué significa eso?

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Un estudio lanzado esta semana anotó un aumento alarmante en las muertes por “equívocos médicos fatales”, particularmente los vinculados a personas que mezclan drogas callejeras y alcohol con medicamentos recetados en sus casas. En este contexto, el “equívoco médico fatal” se refiere a personas que mueren por tomar medicamentos prescritos, opiáceos normalmente, pero también incluye otros fármacos, como benzodiacepinas (Valium, por ejemplo).

[inline:oxycontin.jpg align=right caption="el analgésico Oxycontin"]Pero aunque las cifras hagan que algunos en la comunidad médica pidan restricciones más estrictas sobre la prescripción, hay otros en la comunidad del alivio de dolores que se inquietan por esa misma posibilidad. Y dejan a otros observadores interesados imaginándose si son exactas, qué significan y quienes se están muriendo.

De acuerdo con el estudio de David Phillips, sociólogo de la Universidad de California en San Diego, que examinó todos los certificados de defunción de EE.UU. de principios de 1983 a fines de 2004, la tasa total de mortalidad por equívocos médicos fatales aumentó más de tres veces a lo largo de ese período, pero el índice de mortalidad por equívocos médicos fatales cuando se consumían drogas en casa y juntamente con alcohol y/o drogas callejeras ha subido la cantidad asombrosa de 30 veces.

Eso quiere decir que las sobredosis accidentales en casa con alcohol o drogas callejeras respondieron del 17% de las muertes por equívocos médicos fatales en 2004. Es un aumento de siete veces con relación al 2,3% reportado en 1983.

En cifras reales, el estudio descubrió 22.700 fatalidades por equívocos en medicación en 2004, siendo que 3.792 de ellos fueron atribuidos a la mezcla de remedios con alcohol u otras drogas. En comparación, en 1983, solamente 92 personas murieron por mezclar drogas.

El incremento de los equívocos médicos fatales que involucraban medicamentos recetados es más grande que el del mismo consumo de medicamentos recetados, que ha aumentado cerca de 70% en la última década.

Los equívocos médicos fatales que involucraban fármacos dispensados en un hospital o en el consultorio de un médico subieron apenas 5%, en tanto que los errores que implicaban consumo casero, pero no consumo de drogas callejeras ni de alcohol, y los que involucraban entornos médicos y consumo de alcohol y/o drogas callejeras sufrieron un aumento de cinco veces.

Phillips y sus coautores señalaron con el dedo a la migración corriente de dispensa de medicamentos recetados por profesionales de la medicina en hospitales o consultorios a pacientes en sus casas. El cambio de décadas en la ubicación del consumo del remedio de la clínica a los entornos domésticos, dijeron, “está relacionada con un enorme aumento en los equívocos fatales en la medicación”.

No son apenas las personas que toman pastillas recetadas en sus casas, sino que la implicación de otras drogas en las sobredosis es preocupante, dijeron. “Los equívocos fatales en la medicación doméstica, combinados con el alcohol y/o las drogas callejeras, se han vuelto un problema de salud cada vez más importante”.

El estudio recomendaba más exploraciones en busca de consumo abusivo de medicamentos recetados, alcohol o drogas callejeras de parte del paciente y también más vigilancia hacia prescribir remedios con interacciones peligrosas sabidas con el alcohol o las drogas callejeras.

Pero otros en la profesión médica están tomando los hallazgos del estudio y tomando providencias con base en ellos. Un bloguero médico que buscaba restringir el acceso a los analgésicos dijo lo siguiente: “Lo que pasa aquí es un resultado directo de la politización de la medicina de parte del movimiento de derechos de los que padecen de dolores y de las organizaciones que han ordenado la terapia liberal del dolor en sus directrices y patrones de aplicación. Últimamente, la labor para proporcionar la satisfacción de los pacientes en las organizaciones de asistencia sanitaria ha resultado en la liberalización de la prescripción de opiáceos para dejar a los pacientes contentos. ¿Qué le pasó al no hacer daño? La medicina se ha perdido. Estas cifras deben servir de despertar y reexamen de las prácticas de la terapia del dolor”.

Y, como es lógico, eso está causando furor en el aguerrido movimiento por el alivio de dolores. Hace mucho que los militantes del alivio de dolores argumentan que el acceso a analgésicos opiáceos eficaces es demasiado restricto, señalando numerosos casos de médicos perseguidos y apresados por sus prácticas de prescripción – y los pacientes a quienes les dejaron plantados.

“El movimiento pro alivio de dolores ha logrado apenas triunfos modestos cuando hizo frente a un operativo de todo el gobierno, liderado por el Ministerio de Justicia de EE.UU.”, dijo Siobhan Reynolds de la Pain Relief Network. “Ahora los que saben que pueden conseguirse ayuda en la forma de opiáceos se encuentran excluidos de cuidados y estigmatizados por todo el sistema. Creo que jamás he visto un fenómeno tan destructivo barrer a este país... todo en nombre de Estados Unidos sin drogas, Estados Unidos que nunca podría existir”.

No son los pacientes que padecen de dolores quienes se mueren de sobredosis de opiáceos, dijo el Dr. Frank Fisher, terapeuta californiano del dolor. “He analizado decenas de estas muertes y el campo de la patología forense está en tal desorden que siempre que encuentran un opiáceo post mórtem rotulan la muerte como sobredosis”, dijo. “Pero los pacientes de dolores casi nunca sufren sobredosis a causa del fenómeno de la tolerancia – a menos que sea una enorme sobredosis intencional, y luego tienen que tomar las benzodiacepinas, barbitúricos o alcohol”.

“Es verdad que es muy difícil que una persona tolerante a opiáceos sufra sobredosis – si saben lo que hacen”, dijo el Dr. Matt Das Gupta, un epidemiólogo que trabaja en el Proyecto Lázaro de Carolina del Norte, un programa que distribuye naloxona (Narcan), el antídoto opiáceo, a consumidores de drogas para prevenir sobredosis. Pero mezclar opiáceos con otras drogas o alcohol puede derribar aun al paciente tolerante a opiáceos más resistente, advirtió.

La mayoría de los pacientes de dolores se está muriendo de enfermedades cardíacas, dijo Fisher. “Enfermedades cardíacas matan a pacientes de dolores porque son sedentarios a causa de sus enfermedades y del estrés por el dolor crónico. Lo que presencio es una epidemia de enfermedades cardíacas ocasionadas o exacerbadas por los dolores crónicos. Los médicos forenses las llaman sobredosis porque tienen opiáceos en sus metabolismos, pero están equivocados cuando se trata de pacientes que sufren dolores crónicos”.

Los suicidios entre pacientes de dolores no sorprenden, dijo Fisher, pero tienden a ser depreciados. “A menos que dejen una nota, el médico forense nunca lo llama suicidio, dirán que es indeterminado o sobredosis accidental. Los legistas nos dan datos terribles”, se quejó.

“Los médicos forenses que hacen registros inadecuados son un problema perenne”, dijo Das Gupta. Pero eso puede tener doble filo. “Hay gente muerta que probablemente debería ser incluida, pero que no fue codificada como sobredosis. Por ejemplo, un código es consumo crónico de opiáceos. Si se lo incluye, las cifras pueden aumentar en 10% ó 15%”.

(Para más informaciones sobre las controversias en torno a las muertes relacionadas con las drogas, problemas de registro de la causa de muerte y temas vinculados, consulte esta página en el sitio web de Brian C. Bennett, Truth: The Anti-Drug War.)

Aunque militantes del alivio de dolores como Reynolds y Fisher estén preocupados sobre todo por la protección del acceso de los pacientes a analgésicos opiáceos eficaces, reduccionistas de daños como Das Gupta están preocupados ante todo por la prevención de sobredosis y otras muertes vinculadas con el consumo de drogas. Aunque el movimiento de reducción de daños se haya concentrado tradicionalmente en el consumo de drogas callejeras, como la cocaína y la heroína, el rápido aumento de muertes por medicamentos recetados puede ser una señal de que necesita ampliar su enfoque.

“Cuando se examinan las muertes en el ámbito estadual y se comienza a verificar la documentación real de los médicos forenses, se descubre que la gente que se está muriendo es en verdad una mezcla de pacientes de dolores, consumidores no medicinales de opiáceos y usuarios de heroína”, dijo Das Gupta. “Aquí en Carolina del Norte, descubrimos que el 80% de las muertes por sobredosis de medicamentos recetados consistía en personas con prescripciones. Sin embargo, eso no quiere decir que eran pacientes de dolores crónicos; pueden haber sido estafadoras de médicos. Lo que tenemos es una mezcla bastante heterogénea y la manera por la cual se registran las cosas no ofrece matices suficientes”.

El Proyecto Lázaro intenta ajustarse, dijo. “Hemos estado componiendo programas tradicionales a un entorno distinto. En vez de valernos de programas de cambio de jeringas, lo hacemos a través de consultorios”, explicó Das Gupta. “Cualquiera que prescriba opiáceos para los dolores en Carolina del Norte debería estar pensando en dispensar naloxona a poblaciones específicas”, dijo. “Los médicos tienen la responsabilidad étnica de no poner en peligro las vidas de sus pacientes”.

“Trabajamos en la prevención a la sobredosis por aquí en Nueva York, pero las personas a quienes hemos tenido acceso son usuarias de heroína”, dijo la Dr.ª Sharon Stancliff, directora de medicina de la Harm Reduction Coalition, para quien supervisa proyectos de prevención a las sobredosis con drogas en Nueva York y San Francisco. “Pero el problema más grande es la gente que consume opiáceos indebida o abusivamente. Necesitamos divulgar informaciones a los médicos generalistas que estén prescribiendo estos fármacos. Necesitan recetar el Narcan junto con todos esos remedios”, sugirió.

“Necesitamos cambiar la agenda nacional respecto a la prevención a las sobredosis”, dijo Stancliff. “La naloxona es una respuesta, pero no es la única. Necesitamos la naloxona, necesitamos concienciación, necesitamos más investigación”.

Además, añadió Stancliff, el gobierno federal de EE.UU. necesita parar de ser un obstáculo y empezar a ayudar a solucionar el problema. “No tenemos un sistema de alerta temprano, tenemos una vigilancia pésima, no hacemos la investigación”, se quejó Stancliff. “No sabemos quienes se están muriendo - ¿son las personas a quienes se recetaron las drogas? ¿Son las personas a quienes les están dando? ¿Son usuarios de drogas ilícitas? No sabemos lo suficiente. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades no lo cubren y también debería ser un problema de la Administración de Servicios de Toxicomanía y Salud Mental (SAMHSA, por su sigla en inglés). Quizá en el próximo gobierno, cuando la reducción de daños no sea una mala palabra”.

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