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Reseña de la Crónica: "God's Middle Finger: Into the Lawless Heart of the Sierra Madre" de Richard Grant (2008, Free Press, 288 págs., US$ 15,00, en rústica)

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"God's Middle Finger" [El dedo medio de Dios] no es un libro sobre políticas de drogas. La verdad es que ni siquiera es un libro sobre drogas; pertenece al género de la literatura de viajes. Pero si está interesado por drogas, producción de drogas y políticas de drogas, especialmente cuando se trata del narcotráfico mexicano, es un libro que valdría la pena leer.

Y cuando termine me lo agradecerá porque este libro es un gusto. Escrito por Richard Grant, el periodista británico andariego que vino a este hemisferio en búsqueda de rarezas (su libro anterior, "American Nomads" [Nómadas estadounidenses], se concentró en marginados, vagabundos y otras extrañezas al norte de la frontera), "God's Middle Finger" es el cuento desparramado, abrumador y a veces asustador de su intento frustrado de viajar a través de la cadena montañosa de la Sierra Madre en México, un lugar históricamente desaforado y violento en que la presencia del Estado Mexicano se siente sólo raramente y a penas.

Si está en la frontera de EE. UU. con México en algún lugar como Douglas en Arizona o Columbus en Nuevo México, se puede ver la extremidad septentrional de la Sierra Madre a pocos kilómetros hacia el sur. Desde ese punto, la tremenda cordillera escabroso – que llega a 3.000 metros sobre el nivel del mar – se explaya más de 400 kilómetros al sur y corta los estados mexicanos de Chihuahua, Sonora, Nayarit, Sinaloa y Durango en una serie de macizos esculpidos por cánones espectaculares que no permiten una travesía fácil. En calidad de sede histórica de bandoleros, ermitaños, vaqueros y indios renegados (bandas supervivientes de apaches se escondían allí desde fines de los años 1930, informa Grant), la Sierra Madre contemporánea ahora es un lugar frecuentado por parias, tarahumaras cavernícolas, mormones, cultivadores de adormideras, plantadores de marihuana, narcos cruentos y - de cuando en cuando - soldados y policías mexicanos merodeadores.

Actualmente, el tesoro de la Sierra Madre no es oro, sino los cultivos de que derivan las drogas que se plantan allí y nadie necesita ninguna maldita placa. O aun si llevan placas, parece que eso no marca mucho la diferencia. En un relato, Grant narra una noche en un bar en una ciudad montañosa en que dos policías de la zona que tomaban cerveza insistieron a las calladas que les comprara caguamas y compartiera su cocaína, o perico. “Que digan que soy paranoico”, escribió Grant, “pero la idea de usar cocaína con policías mexicanos me pone nervioso”. Pero considerando la alternativa – disgustar a dos policías colocados con heroína y medio borrachos que se ofenderían muchísimo al ver que rechazó su oferta -, Grant esnifó rayas en la mesa junto con ellos hasta que, por suerte, se agotó su dinero y pudo darse la fuga.

(Tuve una experiencia parecida con un policía que inyectaba cocaína en un pueblito en Veracruz a mediados de los años 1990. A esas alturas empecé a comprender que parte de la cocaína desviada de la ruta caribeña del contrabando después de un operativo reaganista a mediados de los años 1980 y que ahora se dirigía al norte a través de México estaba “cayendo del camión”. No se solía ver mucha cocaína en México y seguramente uno no topaba con policías colocados con cocaína. ¡Ay, cómo han cambiado las cosas!)

Grant escribe que le avisaron varias veces que no viajara a la Sierra Madre, que probablemente lo matarían si viajara solo. Pero, obsesionado por esas montañas, se fue de todos modos, normalmente dependiendo de enlaces de la zona para mantenerlo en seguridad. No siempre funcionaba. El prólogo de "God's Middle Finger" lo muestra fugándose para salvar su vida a pie a través de las montañas por la noche mientras lo cazaban narcos borrachos y colocados con cocaína que, por lo visto, estaban listos para matarlo por las puras. En otra ocasión, Grant cuenta cómo destrozó el motor de su vehículo tras ser forzado a punta de pistola a remolcar el auto averiado de unos desconocidos por un desfiladero.

Grant posee una gran afición a la narrativa y presenta al lector todo un conjunto de personajes vívidos e historias locales, pero su amor a la Sierra Madre se malogra un poquito cuando hace frente a las realidades violentas y rapaces de la vida sin ley. Se prohíbe la posesión privada de armas en México, pero como le dice uno de sus informantes, cada hogar tiene por lo menos una escopeta y una pistola y AK-47s son un distintivo del honor macho. El asesinato es común en la región, así como la violación y la matanza por venganza. La mezcla de una población hiperviolenta de narcos eufóricos con coca y guaro y la belleza lúgubre de la Sierra Madre se pone feísima y horripilante.

Como dice Grant: “Lo que había, en otras palabras, era un desquite provinciano que estaba hasta no más en el negocio más peligroso del mundo: los estupefacientes ilícitos. Sus tendencias existentes hacia la violencia, la venganza y la inclemencia se habían sobrecargado”.

Tan sobrecargadas estaban que Grant, cansado del miedo y la tensión de las posturas machistas, abrevió su viaje en medio de la cordillera. La prudencia y el asco pueden haberle ganado a la obsesión, pero con "God's Middle Finger", Grant proporciona un conjunto altamente memorable de vislumbres a la región vital de las montañas de algunos de los narcos más malvados de México.

"God's Middle Finger" es acelerado y lleno de detalles intrigantes y raras acciones. Leerlo va a hacerlo querer pisarle los talones... o correr lo más rápido posible en la dirección contraria. En cualquiera de los casos, habrá tenido una enseñanza fascinante sobre un mundo extraño, pero no tan distante, que está inextricablemente relacionado con el nuestro a través de nuestros apetitos por algunos de los productos que produce.

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