Buckley, heredero de una rica familia de Connecticut, llegó a ser conocido del público con la publicación de âGod and Man at Yaleâ [Dios y el hombre en Yale] de 1951, crÃtica mordaz de lo que entendÃa como tendencias agnósticas y colectivistas entre los cuerpos docente y discente de su alma máter. En 1955, fundó la National Review, revista que devino la principal voz del conservadurismo estadounidense de la posguerra y ayudó a conducir al renacimiento conservador que resultó en la elección de Ronald Reagan en 1980.
Mientras que Buckley pasó gran parte de su carrera luchando por causas principalmente conservadoras como gobierno menor, también utilizaba la National Review y su turno de décadas como presentador de Firing Line de la PBS para pasar sus puntos de vista en favor de la legalización de las drogas. Junto con figuras como Milton Friedman y George Schultz, Buckley estuvo entre los primeros conservadores a adoptar una postura abiertamente pro legalización.
Escribiendo en la National Review en 1996, Buckley defendió la legalización:
âUn conservador deberÃa evaluar la viabilidad de una constricción legal, como por ejemplo en aquellos estados cuyos códigos de leyes siguen ilegalizando la sodomÃa, cuya interdicción no se puede imponer, volviendo la ley nada más que letra muerta. Llegué a la conclusión de que la sedicente guerra contra las drogas no estaba funcionando, que no iba a funcionar sin un cambio en la estructura de los derechos civiles a los cuales estamos acostumbrados y a los cuales nos aferramos como parte valiosa de nuestro patrimonio. Y que, por lo tanto, si esa guerra contra las drogas no está funcionando, deberÃamos echar un vistazo a los efectos que la guerra surte, un sondeo de las bajas consecuentes de su fracaso en funcionarâ.
En ese mismo artÃculo, Buckley expresó repulsión al nivel en que el fanatismo de la lucha contra la droga contaminaba al sistema de justicia penal.
âNo he hablado del coste para nuestra sociedad de las asombrosas armas legales que ya están disponibles para policÃas y fiscales; de la pena de incautación del hogar y propiedad de uno por la infracción de leyes que, pese a que estén pensadas para hacer progresar la guerra contra las drogas, pueden ser empleadas legalmente â me dicen abogados entendidos â como penas por el abandono de las mascotas de uno. No hay que decir más nada, sino que es indignante vivir en una sociedad cuyas leyes toleran reducir a jóvenes a cadena perpetua porque cultivaron o distribuyeron tres kilogramos y medio de marihuana. Espero que los buenos cargos de su profesión vital se movilicen por lo menos para protestar contra dichos excesos de celo de tiempo de guerra, el equivalente legal de una matanza de My Lai. Y tal vez pasar a recomendar la legalización de la venta de la mayor parte de las drogas, excepto a menoresâ.
La erudición, el vocabulario extenso y la famosa lengua mordaz de Buckley, asà como su compromiso de largo tiempo con principios conservadores, lo volvieron una figura icónica de fines del Siglo XX. La adopción de la legalización de las drogas con principios de su parte facilitó bastante que otros conservadores siguieran sus pasos. Ojalá más los sigan.
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