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Reseña de la Crónica: "Dying to Get High: Marijuana as Medicine", de Wendy Chapkis y Richard J. Webb (2008, NYU Press, 244 págs., $22.00, edición en rústica)

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Phillip S. Smith, redactor/editor

En “Dying to Get High” [Muriendo para colocarse], los sociólogos Wendy Chapkis y Richard Webb han escrito un relato simpático, pero académicamente riguroso de las controversias contemporáneas que rodean la marihuana medicinal. Rastrean el consumo de marihuana en cuanto remedio en EE.UU., su decadencia en cuanto remedio a principios del Siglo XX, su eliminación de la farmacopea en 1941 (apenas cuatro años después que fue prohibida por ley federal), la obstrucción continua de la investigación de sus beneficios medicinales de parte de autoridades federales por razones ideológicas y el renacimiento del conocimiento sobre la marihuana medicinal hoy, cuya gran parte deriva de - ¡recórcholis! – pacientes, no médicos ni investigadores.

Como sociólogos, Chapkis y Webb tienen un ojo clínico para las fuerzas generales de sociedad, cultura y política que cercan la cuestión de la marihuana medicinal, de la ascensión de los órdenes farmacéutico y médico al desprecio de la “guerra cultural” por la marihuana y los consumidores entre muchos estadounidenses. Pero aunque el estadounidense tipo pueda desdeñar a los jipis marihuaneros, parece que es la ubicación de la marihuana en el lado equivocado del discurso científico y farmacéutico moderno lo que más entraba su reconocimiento en cuanto remedio.

La marihuana es una planta, no una pastilla. Es un medicamento herbal, no un compuesto químico. Es un “material de planta natural”, no un “fármaco puro”. Todo esto, indican Chapkis y Webb, dificultan sobremanera que la marihuana medicinal entre en la cabeza de los órdenes médico y científico. Y cuando el sesgo científico se junta con el desdén y temor culturales del “consumo abusivo” generalizado, no es sorprendente que el gobierno federal siga resistiendo a la marihuana medicinal.

Chapkis y Webb presentan una incriminación retumbante y sensata de la oposición política y (seudo)científica a la marihuana medicinal y su sucinta discusión de las cuestiones que rodean la controversia vale el precio de entrada.

Pero “Dying to Get High” también es un retrato profundo de uno de los colectivos pro marihuana medicinal más famosos del país, el colectivo Wo/Men's Access to Medical Marijuana (WAMM, por su sigla en inglés) de Santa Cruz en California, y aquí los autores realmente innovan. Ellos pasan de la sociología panorámica de la marihuana medicinal en el siglo pasado a concentrarse estrechamente en la etnografía de un colectivo de pacientes, describiendo en detalles tiernos el funcionamiento interno, la dinámica y las tensiones de un grupo con liderazgo carismático – Mike y Valerie Corral -, más de 200 pacientes en estado grave y el espectro de la DEA siempre al acecho.

Su relato del surgimiento y permanencia del WAMM tanto conmueve como esclarece. Arraigado en el suelo fértil de Santa Cruz, ya bien labrado por movimientos sociales anteriores como el feminismo, los derechos de los homosexuales y el activismo en materia de sida, el WAMM puede haber sido posible solamente en un lugar tan amigable para movimientos radicales y tan familiarizado con el activismo en torno a las cuestiones de los cuidados médicos y la justicia social. Chapkis y Webb hacen un seguimiento de su formación, su crecimiento, sus conflictos y problemas y la humanidad de sus integrantes que padecen.

También cuentan la historia de la redada de la DEA en 2002 contra el jardín del WAMM y su impacto devastador sobre los integrantes. Pero aquella redada y sus consecuencias no fueron un golpe apenas para los enfermos y moribundos, fue un llamado a las armas, impeliendo al WAMM a una acción aún más abiertamente política para proteger a sí mismo y al movimiento general.

Por lo general, Chapkis y Webb hacen un trabajo estupendo al diseccionar al WAMM, examinando como funciona, como trata con la disfunción y como presta un servicio que va mucho más allá de la marihuana medicinal para sus integrantes. El WAMM es quizá el colectivo modelo en materia de marihuana medicinal y tiene muchas lecciones que brindar al lector interesado.

¿Funcionaría un colectivo por el estilo del WAMM en otras partes? Chapkis y Webb enfatizan la importancia del telón de fondo político y cultural en Santa Cruz al posibilitar el WAMM, pero creo que el mismo surgimiento del WAMM en cuanto colectivo exitoso vuelve la posibilidad de aparecimiento de colectivos parecidos en otras partes tanto más probable. A fin de cuentas, aun California como un todo no es tan radicalizada como Santa Cruz o San Francisco, pero colectivos parecidos están apareciendo en Santa Rosa y en el Valle de San Fernando, entre otros sitios.

En cualquier caso, Chapkis y Webb proporcionan mucho para pensar para los que quieran aprehender algún conocimiento histórico y puntos de debate, para los interesados en la génesis del movimiento pro marihuana contemporáneo y para los que ponderen la viabilidad de abordajes igualmente radicales a la salud y autogestión.

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