David Borden, director ejecutivo
El caso Emery pone de relieve dos cuestiones de equidad básica que tanto el gobierno estadounidense como el canadiense incumplieron. Una es la injusticia fundamental de la prohibición. Como Emery señaló a los medios, nadie fue perjudicado por su negocio. Por lo tanto, quitarle su libertad â reducirlo a prisión â es injusto. Aun cerrar su negocio fue injusto, con base en esta idea, porque la ley lo es. Esto es una inequidad que se aplica a la gran mayorÃa de los enjuiciamientos a causa de la prohibición de las drogas.
La otra cuestión de equidad deriva del hecho de que Emery llevó su negocio a cabo completamente a descubierto, con el pleno conocimiento de las autoridades en los dos lados de la frontera, durante casi una década. Su oficina queda literalmente en el centro de la región central de Vancouver y la sede de la revista y la librerÃa del otro lado de la calle tienen un escaparate abierto. Yo mismo he visto estos lugares. Cualquiera que haga una búsqueda en la Internet puede descubrir qué hacÃa â si ya no lo supiera de él directamente, en un mitin o leyendo sus citas en los medios.
Aparte de la injusticia de la propia prohibición, se puede argumentar que porque la prohibición es la ley ahora, el gobierno tenÃa el derecho de ordenarle que parara hasta que la ley sea cambiada un dÃa. En este sentido, el abordaje justo habrÃa sido informar a Emery que las cosas habÃan cambiado y que él tenÃa que parar de vender semillas o correr el riesgo de despertar la ira estadounidense o canadiense al seguir adelante. Desdichadamente eso no fue lo que pasó. Después de no haber hecho nada para tomar medidas contra él durante todos estos años y no haberlo advertido, un dÃa la DEA actuó, llenó documentos de extradición y anunció que Emery y sus amigos podÃan recibir pena de 20 años de prisión a cadena perpetua. Y Canadá â tras haberlo tolerado a través de los años, aun habiendo aceptado $600,000 más o menos en impuestos, conforme a los informes, sabiendo que él dio la mayor parte de ello â cooperó completamente.
Esta segunda cuestión de equidad es bien especÃfica con relación al caso de Marc Emery, quizá más que cualquier otra. Pero también refleja el carácter del sistema de justicia penal â muchos de nosotros se refieren a ello como el sistema de (in)justicia â, que la gente que toma las decisiones sobre cómo iba a proceder escogiera este camino en vez del otro y que, en primer lugar, las condenas que Emery, Rainey y Williams pueden recibir son descaradamente larguÃsimas. Aquà en la sedicente tierra de los libres tenemos a muchos presos que cumplen décadas antes de recobrar su libertad, si es que lo hacen un dÃa. Es una señal siniestra de los tiempos que yo me sienta aliviado porque apenas pueda cumplir cinco años.
Pero no se engañe, cinco años es un perÃodo largo de una vida, un castigo durÃsimo y muchÃsimo tiempo. Intente imaginar cómo usted se sentirÃa si estuviera a punto de ser preso apenas por un año. Aun un año de prisión es un castigo durÃsimo, si es que vamos a ser realistas respecto a eso. Pero los halcones âduros con la criminalidadâ que han dominado la confección de polÃticas últimamente se han olvidado de esto. Es una lástima para Marc que eso haya ocurrido. Pero es una lástima para todos nosotros también.
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