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Reseña de la Crónica de la Guerra Contra las Drogas: "Women Behind Bars: The Crisis of Women in the US Prison System", de Silja Talvi (2007, Seal Press, 356 págs., $15.95, edición en rústica)

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Phillip S. Smith, Redactor//Editor

Hace cuarenta años, unas 11.000 mujeres estaban presas en los Estados Unidos. Hacia 2004, ese número se había disparado para 110.000 y si se agregan las mujeres en las cárceles en un día cualquiera, el número de mujeres entre rejas es de cerca de 200.000 – muchas, muchas de ellas por cargos de delitos de drogas.

Aunque la población carcelaria total de EE.UU. haya aumentado rápidamente a lo largo de las últimas décadas, el crecimiento en número de mujeres entre rejas ultrapasa la tasa total con mucho. Con todo, la mayor parte de los estudios de los sistemas penitenciarios y carcelarios de EE.UU. se concentran en la población mucho más grande de prisioneros masculinos. Eso es algo que la periodista investigativa Silja Talvi espera reparar con “Women Behind Bars” [Mujeres entre rejas] y ha hecho un trabajo estupendo.

Al visitar varias prisiones – no sólo en EE.UU., sino también, para fines de comparación, en Canadá, Inglaterra y Finlandia – y realizar cientos de entrevistas con prisioneras, guardias y abogados, bien como consultar la bibliografía académica, Talvi ha elaborado un retrato del tratamiento que el sistema de justicia penal estadounidense dispensa a las mujeres que es una verdadera incriminación no solamente de nuestras prisiones, sino también de la cultura que perpetúa el recurso a la encarcelación masiva como respuesta a problemas sociales.

No es una lectura fácil. Al fin, ¿quién quiere leer sobre prisioneras siendo acosadas sexualmente y violadas por guardas, quién quiere leer sobre alas penales llenas de prisioneras perturbadas gritando sin parar o frotando heces en las paredes de sus celdas, quién quiere leer sobre prisioneras cometiendo suicidio tras ser encerradas en salas de “prevención al suicidio”, parecidas con celdas, que aparentemente sirven para hacerlas salir de sus casillas? ¿Quién quiere leer sobre algunas de las integrantes más débiles y ya más brutalizadas de nuestra sociedad quienes se vuelven hacia la droga o la prostitución (o con frecuencia a la droga y a la prostitución), sólo para ser presas por sus “crímenes”?

Es un asunto feo y eso hace parte del problema. Nadie quiere pensar en nuestra población penitenciaria, la más grande del mundo, ni en las agonías que le infligimos. En verdad, nuestro sistema penitenciario está acoplado para encerrarlas detrás de muros grises escondidos de la mirada pública y, ojalá, de la conciencia pública. Pero Silja Talvi está determinada a rasgar las escamas de nuestros ojos y forzarnos a mirar lo que hemos causado.

Ella lo hace con brío, gracia y humanidad. No solamente emplea un intelecto crítico agudo, también les da voz a los que no la tienen, apartándose a veces para dejar que las prisioneras de los Estados Unidos hablen por sí mismas. Sus cuentos de sufrimiento son desgarradoramente lúgubres, a veces parece que salen del séptimo círculo del Infierno. El tratamiento de las prisioneras con enfermedades mentales es un escándalo. El empleo de prisioneras como juguetes sexuales por guardias corrompidos es otro.

Demasiadas de esas historias suceden a causa de la intensificación implacable de décadas de la guerra contra las drogas. Para muchos que leen estas palabras, la historia de la apisonadora de la encarcelación creada por la legislación de lucha contra la droga de los años 1980 y cultivada por la inercia política desde entonces ya es un cuento familiar. Pero Salvi lo cuenta otra vez, de manera elocuente y apasionada. Conocemos mujeres como Amy Ralston, quien sufrió en prisión por más de una década porque no quiso delatar a su marido separado, y Regina White, una negra de Carolina del Sur que cumple 12 años después que fiscales antiabortistas celosos la acusaron de homicidio culposo por consumir cocaína mientras estaba embarazada – aunque no hubiera pruebas que relacionaran la muerte de su bebe con su consumo de drogas.

Salvi presenta una crítica dura de las políticas y prácticas que generan miles de nuevas prisioneras por cargos de delitos de drogas, siendo que muchas de ellas eran apenas esposas o novias de los verdaderos blancos de la ley. Con demasiada frecuencia, señala Salvi, estas mujeres terminan cumpliendo más tiempo que los verdaderos culpables aun si tenían poco o ningún envolvimiento en cualquier confabulación relacionada con las drogas. Los fiscales toman rutinariamente decisiones conscientes de acusarlas como cómplices y prenderlas por años o décadas a despecho de saber que las mujeres desempeñan un rol menor. Es una crueldad y un cinismo que hacen llorar aun al corazón de piedra.

Salvi no quiere abolir la prisión; ella argumenta que con efecto hay algunas personas que necesitan estar entre rejas, pero que esa cifra es una fracción diminuta de las que realmente están, especialmente las mujeres. Pero está lista para enfrentarse a la lucha contra la droga, las leyes sobre el sexo y demás leyes y prácticas que chupan la libertad: “Personalmente preferiría ver la despenalización o legalización del consumo de drogas, la legalización de todas formas de sexo consensual (incluso la prostitución), muchas oportunidades más de intervención verdaderamente terapéutica, asesoramiento orientado a la prevención e intervención, una verdadera orientación profesional y un examen regular y justo de la condicional”, escribe.

Ojalá su libro, un grito del corazón, acelere ese proceso. Debemos todos esperar que sí, pues, como ya observó famosamente el novelista ruso Dostoyevski: “Una sociedad debe ser juzgada no por cómo trata a sus ciudadanos destacados, sino por cómo trata a sus criminales”. Como debería ser, pues somos todos cómplices en esto por nuestro silencio.

La verdad es que, mientras lo pondero, me acuerdo de otra cita, ésta de un radical amante de la libertad en el pasado estadounidense: “Tiemblo por mi país cuando pienso que Dios es justo”. Eso dijo Thomas Jefferson. Probablemente ha estado revolcándose en su tumba durante tanto tiempo que ya no sobra nada a estas alturas.

Tal vez Silja Talvi nos ayude a salvarnos de nosotros mismos al forzarnos a ayudar a los que más victimamos. Esperemos que muchas personas lean este libro y tomen sus lecciones a pecho.

(Hay ejemplares de Women Behind Bars disponibles como parte de nuestra última oferta de membresía.)

Permission to Reprint: This content is licensed under a modified Creative Commons Attribution license. Content of a purely educational nature in Drug War Chronicle appear courtesy of DRCNet Foundation, unless otherwise noted.

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