En un drama que ha sido interpretado demasiadas veces por todo el paÃs recientemente, la campaña del Ministerio de Justicia de los EE.UU. contra el consumo abusivo de medicamentos recetados â si es que se puede llamarlos asà â vino de modo aplastante a Haysville en Kansas el mes pasado. Ahora, un popular terapeuta del dolor y su esposa enfermera están detenidos sin fianza y más de mil pacientes en su consultorio están sin médico, pero el fiscal de los EE.UU. y la Junta de Medicina de Kansas dicen que están protegiendo la salud pública.
Todo empezó el 20 de diciembre, cuando agentes federales arrestaron al Dr. Stephen Schneider, que dirige la ClÃnica Médica Schneider, y Linda, su esposa y gerente, por una incriminación de 34 cargos que los acusa de dirigir un âmolido de pastillasâ en su consultorio. La incriminación acusa que Schneider y sus ayudantes prescribieron analgésicos narcóticos âilegalmenteâ, que por lo menos 56 de los pacientes de los Schneider murieron de sobredosis de drogas entre 2002 y 2007 y que Schneider y sus ayudantes prescribieron analgésicos âfuera del curso de la práctica normal de la medicina y no para un fin medicinal legÃtimoâ.
En su comunicado de prensa que anunciaba los arrestos, fiscales federales también dijeron que cuatro pacientes murieron âa consecuencia de las acciones de Schneiderâ, pero la incriminación no acusa ni a Schneider ni a más nadie de asesinato, homicidio u homicidio negligente. En las cuatro muertes, los pacientes murieron de sobredosis de drogas mientras que los fiscales afirmaban que Schneider ignoró señales de que ellos se volvÃan adictos a las drogas o abusaban de ellas.
Un puñado de ex pacientes de Schneider ha interpuesto demandas de mala praxis, afirmando que se han vuelto adictos a consecuencia de sus tratamientos. La Junta de Medicina de Kansas estaba investigando varias denuncias contra Schneider antes de desistir a principios de 2007 a instancias de fiscales federales que buscaban fundar su caso. (La procuradurÃa de EE.UU. en Wichita niega haber pedido a la junta que desistiera, pero la junta insiste que, en verdad, ése es el caso.)
Bajo presión de legisladores estaduales, la junta tomó providencias esta semana, suspendiendo la licencia de Schneider para ejercer medicina y cerrando su clÃnica de hecho, que habÃa permanecido abierta con ayudantes médicos haciendo las prescripciones. Esa acción cogió de sorpresa a los pacientes y simpatizantes de Schneider, quienes han estado metidos en negociaciones con la junta para mantener la clÃnica abierta.
Pero si fiscales federales, la junta estadual y unos cuantos pacientes retratan a Schneider como un Dr. Quitapenas, para algunos de sus pacientes él fue una dádiva. Debbie Sauers era una de ellos. Padeciendo de los efectos secundarios de un aneurisma disecante y dolores crónicos de cuatro cirugÃas fracasadas en la espalda, la ex enfermera dijo que ahora no puede recurrir a ningún lugar. âLa clÃnica cierra a partir de mañana y hoy fue el último dÃa para surtir recetasâ, dijo ella el miércoles. âEl Dr. Schneider era el único que me trataba con analgésicos y ahora no sé qué voy a hacerâ, dijo.
Sus intentos de encontrar otro médico que la acoja ha sido un ejemplar crudo de la estigmatización enfrentada por los pacientes del dolor cuyo médico es acusado de ser traficante de pastillas. âConsultorios se han rehusado a verme o se han reÃdo en mi cara o me han dicho que me registrara en una clÃnica de rehabilitación cuando les digo que era una de las pacientes del Dr. Schneiderâ, dijo. âSi vas a urgencias, te entregan una lista de clÃnicas de rehabilitación. Redujeron a mi médico a prisión y ahora nadie quiere tratarmeâ. Actualmente, Sauers toma dosis bestiales de morfina y Lortab [hidrocodona] y dice que su cardiólogo le cuenta que una abstinencia rápida puede matarla. âNo sé qué hacerâ, repitió.
Darren Baker es otro paciente que tiene una fe ciega en el Dr. Schneider. Gerente de tres jardinerÃas, Baker tiene osteofitos en sus rodillas por años de alpinismo y, hace dos años, se cayó de un árbol, haciendo añicos sus dos tobillos. âPusieron todos tipos de ferreterÃa en mis tobillos y tengo que tomar analgésicos apenas para caminarâ, dijo. âCon los analgésicos, no puedo caminar muy bien, pero sin ellos, no puedo caminar, y punto. El Dr. Schneider era el único que me tratabaâ.
Ahora, como Sauers, Baker busca a un médico. âAún no he encontrado ningunoâ, dijo. âRecibà una lista hoy dÃa, pero la mayorÃa de ellos te rehúsa si estás vinculado al Dr. Schneider. Si no puedo conseguirme otro médico, no tendré otra opción salvo jubilarme y declararme inválido. Tomo mis remedios para ser un miembro productivo de la sociedadâ, dijo, con enfado. âNecesito mis medicamentos para sobrevivir, pagar mis cuentas y trabar el ajetreo cotidiano. La verdad es que esto va en contra de nuestros derechos constitucionales. ¿Cómo diablos puedo ir detrás de la felicidad echado en la cama?â
Si son condenados, los Schneider pueden recibir un mÃnimo de 20 años de prisión federal y, dada la multitud de cargos, en teorÃa pueden recibir siglos. Aunque hayan sido condenados por la prensa y polÃticos kanseños desde que fueron presos, también han recibido bastante apoyo, no solamente de pacientes, sino también de una organización nacional de defensa en materia de dolor, la Pain Relief Network. Dirigida por Siobhan Reynolds, una ex documentalista convertida en luchadora después que su compañero de vida sufrió horrendamente de falta de terapia adecuada del dolor antes de fallecer en 2006, la red ha realizado una defensa altamente eficaz en casos que van del Dr. William Hurwitz, el terapeuta preso natural del norte de Virginia, a Richard Paey, un paciente floridano en silla de ruedas que estaba preso, pero que fue perdonado.
Reynolds siente una injusticia parecida en las llanuras kanseñas. âEl Dr. Schneider es un médico maravilloso y administraba una clÃnica maravillosaâ, dijo. âPero llega el Ministerio de Justicia y después de lo ocurrido caracteriza su práctica médica como tráfico de drogas y también decide que la muerte de un paciente es causada no por un médico y sà por un ânarcotraficanteâ, igualándolo ahora al asesinato con una mÃnima obligatoria de 20 años. Si alguien se pregunta por qué los médicos no cuidan a los enfermos, es por estoâ.
La raÃz del problema, dijo Reynolds, es la Ley de Sustancias Controladas [Controlled Substances Act], conforme a la cual el Ministerio de Justicia de los EE.UU. determina lo que constituye y lo que no constituye práctica adecuada de la medicina. âSegún la ley, el cambio de dinero por drogas es presuntamente ilegal y los médicos tienen que mostrar que están ejerciendo medicina de una âmanera autorizadaâ aprobada por el Ministerio de Justicia de los EE.UU. Conforme a la ley, los médicos son considerados culpables hasta que se pruebe lo contrario. Es al revés y ayuda a explicar por qué es tan difÃcil vencer estos casosâ, dijo.
Dentro de poco, la Pain Relief Network va a interponer una demanda federal que cuestiona la Ley de Sustancias Controladas, dijo Reynolds. âLa ley es profundamente inconstitucional e ilegal. Ella revoca la presunción de inocencia y creemos que podemos vencer ese cuestionamiento, aunque tengamos que ir a la Corte Supremaâ.
Aunque la red haya prometido interponer la demanda el mes pasado, eso aún no ha sucedido. La razón es que la red ha estado demasiado ocupada solucionando problemas en Kansas, dijo, agregando que la demanda será interpuesta pronto.
Mientras tanto, el Dr. Schneider y su esposa permanecerán presos sin fianza estipulada a instancias de fiscales federales hasta la primera fecha del juicio a fines de este mes. Sus pacientes buscan encontrar médicos suplentes con poco éxito, especialmente ahora que otros médicos locales ven lo que puede esperarlos si aplican terapias agresivas con analgésicos opiáceos. Y un frÃo tan helado como el de julio está instalándose sobre la terapia del dolor en las llanuras kanseñas.
Tal vez el Dr. Schneider sea culpable de no investigar a sus pacientes adecuadamente, dijo Darren Baker, pero eso no es crimen. âAnalgésicos son narcóticosâ, dijo. âAlgunos tienen que tomarlos para sobrevivir, pero otros apenas los quieren. Creo que el Dr. Schneider deberÃa haber protegido más su retaguardia. Un drogadicto va a conseguirse sus drogas, ya sea a través de un médico, ya sea en la calle. Pueden intimidar a un médico. Pero cuando abusan de sus recetas, ¿cómo es que la culpa puede ser del médico? Quizá pueda haber hecho las cosas diferentemente, pero obró de buena feâ.
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