David Borden, director ejecutivo
La cuestión es importante. La coca es una planta cultivada hace generaciones en Bolivia y otros paÃses andinos y se la necesita económicamente. LÃderes cocaleros de Bolivia y Perú hablaron con elocuencia de su situación, de sus necesidades â y de sus derechos â en nuestra conferencia latinoamericana reunida en México en 2003. Té, caramelos y aun jabón a base de coca entregados por asistentes de la conferencia plantearon la cuestión directamente â coca no es cocaÃna, a pesar del origen de la cocaÃna en la hoja de coca.
Desdichadamente, el artÃculo se detuvo ahà y no hizo la pregunta lógica siguiente: ¿El aumento de logros de Bolivia en la fiscalización de la droga va a reducir realmente la oferta mundial de cocaÃna?
Para que el cambio en el cultivo de coca de un paÃs al otro sea mucho más grande que el cambio total, la demanda tiene que ser el factor dominante en funcionamiento, no la represión. La caÃda tan increÃble de los precios de la cocaÃna también muestra que la erradicación, la interdicción y la vigilancia policÃaca interior juntas ni siquiera están haciendo mella â los abastecedores simplemente anticipan las pérdidas enviando más, y tienen dinero para eso.
Los agricultores bolivianos merecen un tratamiento mejor que el acoso por el cultivo tradicional que necesitan económicamente, lo que convierte la tolerancia del plantÃo de coca del gobierno Morales en algo justo. Pero labores antidrogas para disminuir la demanda son fútiles en términos de la meta final y la gente alrededor del mundo que es afectada por la cocaÃna y el tráfico ilÃcito también merece un tratamiento mejor. Apenas la legalización mundial puede detener la violencia y la corrupción que caracteriza el narcotráfico ilegal. Los consumidores adictos también tomarán más libertades para buscar ayuda cuando no sean considerados criminales y tendrán menos probabilidades de hacer daño a sà mismos o a los demás en ese Ãnterin. Todos ganan con el fin de la prohibición de las drogas.
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