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Reportaje: San Francisco pondera la inauguración del primer inyectorio de los EE.UU.

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El jueves pasado, los funcionarios municipales de San Francisco dieron un primer paso provisorio para inaugurar el primer inyectorio para consumidores de drogas de los EE.UU. En un intento de reducir el alto número de sobredosis fatales de la ciudad y disminuir la proliferación de enfermedades contagiosas por la sangre como el VIH y la hepatitis C, la Secretaría de Salud Pública de la ciudad colaboró con una coalición de grupos sin ánimo de lucro de los sectores de la salud y del servicio social para presentar un foro de un día entero sobre los inyectorios, cómo funcionan y cómo pueden ser establecidos.

calle O'Farrell, distrito de Tenderloin, SF (por cortesía de Wikimedia)
Se calcula que la población usuaria de jeringas de San Francisco sea del orden de entre 11.000 y 15.000, siendo que muchos de ellos son hombres sin techo. Aunque los índices de VIH relacionado con la inyección sean relativamente bajos, la hepatitis C se está diseminando rápidamente entre los consumidores de drogas. Cerca de 40 sanfrancisqueños mueren de sobredosis todos los años.

El consumo de drogas inyectables también es una cuestión de calidad de vida para negocios y residentes en áreas de la ciudad como el Tenderloin, donde la inyección en público no es rara y jeringas contaminadas pueden ser encontradas en las calles. El barrio, centro de servicios para residentes extremamente pobres, es mencionado frecuentemente como posible ubicación para un inyectorio.

Los inyectorios funcionan en unas 27 ciudades en ocho países europeos y en Australia y Canadá también. Han demostrado reducir sobredosis, la partición de jeringas y la proliferación de enfermedades, así como atraer a algunos usuarios al tratamiento de la drogodependencia – todo eso sin causar aumentos ni en el consumo de drogas ni en la criminalidad ni en los demás disturbios sociales.

El simposio fue copatrocinado por la Harm Reduction Coalition, la Drug Policy Alliance y la Fundación SIDA de San Francisco y fue organizado por un consorcio local de grupos comunitarios conocido como la Alliance for Saving Lives. Ese agregado amplio incluye a funcionarios de la salud, servidores, jurisconsultos, usuarios de drogas inyectables e investigadores.

“Mantener la conversación hoy día nos ayudará a saber si ésta es una manera de reducir los daños y mejorar la salud de nuestra comunidad”, dijo Grant Colfax, director de prevención al VIH de la Secretaría de Salud Pública de San Francisco.

El Insite de Vancouver, el único inyectorio en Norteamérica, fue puesto como modelo para un posible programa semejante en San Francisco. Tanto el Dr. Thomas Kerr del Centro de Excelencia en SIDA de Columbia Británica, quien ha evaluado el Insite, como la gerente de programa de la instalación, Sarah Evans, se dirigieron al foro acerca de sus experiencias.

Evans describió la instalación del Downtown Eastside de Vancouver como un lugar despejado en que los usuarios de drogas pueden entrar e inyectarse en un ambiente seguro y esterilizado bajo supervisión médica, luego relajar en una sala de “descanso” en que son observados. “Se parece mucho con un salón de belleza”, dijo Evans del espacio bullicioso. “Si fuera un restaurante, estaríamos obteniendo beneficios”.

Aunque el Insite haya presenciado unas 800 sobredosis, dijo Kerr, ninguna de ellas ha sido fatal a causa de la supervisión médica disponible en el sitio. Su investigación ha descubierto incrementos en adictos que buscan tratamiento y disminuciones en jeringas abandonadas, partición de jeringas, criminalidad relacionada con las drogas y demás problemas desde que la clínica fue inaugurada hace tres años, dijo. Esos hallazgos dan a entender que vale la pena hacerlo en otros lugares, pese a las críticas que atraerá, dijo Kerr.

Pero aunque la ciencia parezca estar del lado de dichas instalaciones, la realidad política es un asunto distinto. La oficina del alcalde Gavin Newsome de San Francisco ha dicho que él no apoya los locales de inyección segura y, hasta esta semana, aun los voceros de la Secretaría de Salud Pública estaban callados. “Ya no vamos a conversar con los medios”, dijo Colfax el martes en respuesta a preguntas sobre lo que va a suceder a continuación.

Aunque haya habido inquietud en la comunidad, la única reacción manifiesta ha provenido de Washington, DC, donde un senador, el republicano James DeMint (SC), ha presentado una enmienda que cortaría fondos federales para la salud para cualquier municipalidad que inaugure un inyectorio, y donde el Gabinete de Política Nacional de Control de las Drogas (ONDCP, sigla en inglés) ha atacado la idea a través de la prensa y de su bitácora llamada Pushing Back.

Bertha Madras, vicedirectora de reducción de la demanda del ONDCP, le dijo a la Associated Press que el hecho de que la propia idea estuviera siendo discutida era “desconcertante” y una “mala política pública”. De acuerdo con ella: “La filosofía subyacente es: ‘Aceptamos la drogadicción, aceptamos las cosas como están’. Ésta es una forma de desistir”.

Pero Hilary McQuie, directora de la región oeste de la Harm Reduction Coalition y una de las fuerzas motrices detrás del esfuerzo por un inyectorio en San Francisco, dijo que no estaba preocupada por ninguno de los oponentes de DC. “La medida de DeMint es una reacción exagerada y precipitada que no va a resultar en nada”, predijo, “y, en cuanto al ONDCP, bueno, ni siquiera voy a debatirlos. No les importa; es una cuestión municipal, no nacional”.

Es una cuestión local en que McQuie y los demás han estado trabajando pacientemente durante algún tiempo. “Iniciamos la Alliance for Saving Lives hace cerca de un año”, explicó. “En su mayor parte, son agencias que trabajan con usuarios de drogas y hemos estado reuniéndonos mensualmente. Hemos mantenido algunas conversaciones discretas con la Secretaría de Salud y decidimos que ya era hora de dar el próximo paso”.

Ahora, ha llegado la hora de que los partidarios consigan más apoyo comunitario para un inyectorio, inclusive convenciendo al alcalde y a la Junta de Supervisores. Aun con la ciencia de su lado, tienen bastante trabajo que hacer.

“Conocemos las cuestiones y la ciencia”, dijo Randy Shaw, un antiguo activista comunitario que colabora en las cuestiones de los sin techo en el Tenderloin, “pero nadie quiere más de estos tipos de instalaciones”. “¿Por qué la pobre gente del Tenderloin debería tener que convivir con todos estos problemas? Hay yonquis en el Golden Gate Park, hay yonquis en el SOMA, hay más narcotráfico en la estación BART de la Calle 16 que en cualquier parte del Tenderloin”, dijo. “Si algunos barrios quieren aceptarlo, muy bien, apenas no lo queremos en el Tenderloin”.

Funcionarios municipales han convertido el barrio en “una zona de contención”, denunció Shaw.”Ya tenemos clínicas de metadona, cambios de jeringa, programas de alimentación, asilos, programas de tratamiento de la drogodependencia. Ahora ni siquiera piensan en poner cosas en otros barrios”. Algunos activistas quieren transformar el Tenderloin en Hámsterdam, el barrio industrial convertido en una zona libre de tráfico de drogas en Bajo escucha [The Wire], el programa de la HBO, dijo Shaw. “Pero somos un barrio residencial”.

“Es polémico”, reconoció el director ejecutivo del Proyecto de Desarrollo Económico del Tenderloin, simpatizante de la idea. “Algunas personas creen que el Tenderloin ya tiene una concentración demasiado alta de estos tipos de servicios, en tanto que otros creen que este tipo de instalación les daría permiso a los usuarios de drogas a diferencia de acabar con la drogadicción en el Tenderloin”.

Pero Davis tiene una perspectiva diferente. “Miro el Tenderloin y veo que nuestra ciudad, nuestra sociedad ya está permitiendo el consumo abierto de drogas y el narcotráfico”, discutió. “La idea detrás del inyectorio es quitar a algunos de estos usuarios de la calle y ponerlos adentro, donde pueden tener acceso a servicios, y también detener el reparto de jeringas y la proliferación del VIH y de la hepatitis C. Veo poquísimos beneficios posibles resultando de esto”.

Así empieza la discusión pública en San Francisco. Habrá un largo camino sinuoso entre aquí y la existencia real de un inyectorio, con mucho trabajo por hacer en los ámbitos barrial, municipal, estadual y federal. Puede demorar años, pero los partidarios están seguros de que su día va a llegar.

“Creo que, al fin, vamos a tener un inyectorio”, predijo McQuie, “pero cuanto tiempo eso va a demorar depende de cómo nos organizamos, quien está en el poder y cuanta presión de los federales los detentadores del poder sienten municipalmente”.

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