David Borden, Director Ejecutivo
âLa violencia puede regresar a Oaxacaâ
âGuerra a las drogas intensificante agarra Méxicoâ
â23 mueren en irrupción de violencia en Méxicoâ
âSoldados versus narcosoldadosâ
âHostal con chapas de acero ofrece refugio en guerra a las drogas de Méxicoâ
âLa violencia en México preocupa los dos lados de la fronteraâ
Sólo para mostrar algunos. Aproximadamente 2.000 mexicanos se murieron en la violencia del narcotráfico en 2006, de acuerdo con los informes de la prensa. El presidente Calderón sigue firme, dicen también los titulares:
âMéxico no abandonará la guerra contra las pandillas del narcotráficoâ
âCalderón de México promete no dar marcha atrás en la guerra a las drogasâ
Seguir firme mientras su paÃs se hunde en la arena movediza de la prohibición. La intensificación del combate contra el narcotráfico del presidente empezó casi inmediatamente en su toma de posesión, pero los asesinatos de la guerra a las drogas se intensificaron poco tiempo después. No es, de ninguna forma, la primera vez que la represión a las drogas ha provocado un aumento en la violencia del narcotráfico. Y no es, de ninguna forma, por supuesto, la primera vez que México ha sufrido de dicha violencia.
Un asesinato particularmente trágico e infame de la guerra a las drogas fue el de Juan Jesús Cardinal Posados Ocampo, arzobispo de Guadalajara, hace 14 años ayer en las manos de un equipo de brutos de un cartel del narcotráfico en el aeropuerto de la ciudad. Ocampo fue celebrado como mártir, pese a que teorÃas recientes sugieran que los asesinatos pueden haberlo confundido con un capo rival de su jefe. Malo de cualquier forma.
Quizá el papa Benedicto XVI fue amigo de Ocampo â eso no parece improbable â y quizá él tenÃa a Ocampo en mente cuando, en una visita a un centro de tratamiento quÃmico franciscano en Brasil este mes, él advirtió a los narcotraficantes en Latinoamérica que ellos enfrentarÃan la justicia divina por âel mal que están provocando a una multitud de jóvenes y de adultos de todos los segmentos de la sociedadâ.
Claramente, hay muchos narcotraficantes que merecen dicho juicio. Pero concentrarse solamente en su rol en el sistema â como muchos polÃticos lo han hecho â es simplificar la cuestión hasta el punto de la disfunción. ¿Los lÃderes polÃticos que promulgan las leyes de la prohibición también merecen el juicio divino por sus acciones? Al fin, son sus leyes que sustentan el mercado negro y causan la violencia mandando los billones que la gente gasta en drogas todos los años al submundo del crimen. Y son sus leyes que llevan los adictos a tomar medidas desesperadas forzándolos al submundo con todas sus inseguridades, a sus altos precios callejeros y a la amenaza de castigo de la ley.
Tanto los presidentes como los papas deberÃan acordarse de las lecciones de la historia y de la experiencia de la ley seca â el peligro que lleva a su gente y la mala tentación a la criminalidad que trae a sus rebaños. Hasta que lo hagan, las cosas no irán bien en la guerra a las drogas de México ni en la guerra a las drogas en ningún lugar. Porque es el dinero, más que las drogas, lo que degrada y corrompe.
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