Alva Mae "la Abuelita" Groves, la abuela de 86 años de Carolina del Norte condenada a 24 años entre rejas tras rehusarse a testificar en contra de sus hijos, falleció la semana pasada en el hospital de una prisión federal en Tejas. Los funcionarios de la prisión federal le negaron la solicitud de morir en casa, diciendo que sus acusaciones eran demasiado serias para permitir la liberación compasiva.
âMi verdadero crimen... fue rehusarme a testificar en contra de mis hijos, los pedazos de mis entrañas, que fueron concebidos, nacidos y criados con amorâ, escribió Groves en una carta de 2001 a la November Coalition, un grupo antiprohibicionista que se dedica a libertar a los presos federales de la guerra a las drogas.
Los agentes de la ley siguen afirmando que Groves desempeñó un papel fundamental en una asociación delictuosa de distribución de cocaÃna realizada por los familiares, pero ellos siempre han dicho que ella no hizo nada más que hacerse la de la vista gorda. Cinco de sus familiares fueron presos en la investigación. Su hijo, Ricky Groves, está cumpliendo una sentencia de prisión perpetua, en tanto que Groves, su hija mayor y su nieta fueron todas reducidas a una prisión federal en Tallahassee, Florida.
Groves se volvió una de las vivas imágenes de la reforma de las penas mientras crecÃa la reacción a los excesos de la guerra a las drogas de los años 1980 y 1990. Pero cualesquiera reformas van a suceder demasiado tarde para la abuela que adoraba cuidar de su jardÃn.
âEs un alivio que esté muerta, pero duele, duele mucho que no estuviéramos con ellaâ, le dijo la hija Everline al Charlotte Observer. â¿A qué podÃa haber hecho daño?â
Groves soñaba en salir de la prisión, plantar jardines nuevos y ver a sus nietos nacidos mientras estaba entre rejas, pero nunca tuvo la oportunidad. Sus riñones empezaron a sufrir de insuficiencia a principios de este año y ella fue transferida al hospital de una prisión federal en Fort Worth.
Groves no querÃa morir en prisión, le dijo ella a la November Coalition en una carta reciente. âPercibo que todos tienen un dÃa para morir; la muerte es un destino que no se puede burlar. No quiero morir en prisión. Quiero morir en la casa rodeada por el amor de lo que ha sobrado de mi familiaâ.
El invierno último, la familia Groves hizo un pedido de liberación compasiva para que pudiera fallecer en casa. La familia escribió a todos los funcionarios en que podÃa pensar y reclutó la ayuda de grupos como la November Coalition, en vano. Mientras las hijas de Groves se inclinaban sobre su lecho el 19 de julio, los funcionarios de la prisión les entregaban una carta que les negaba el requerimiento.
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