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Reportaje: Prensa amarilla – Los programas de cambio de jeringas de San Francisco son denunciados por jeringas contaminadas

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Durante las dos últimas semanas, una serie de artículos sensacionalistas en el San Francisco Chronicle destacó el problema de las jeringas descartadas cerca de uno de los programas de cambio de jeringas de la ciudad. A primera vista, la serie parece haber instigado a los funcionarios municipales a tomar providencias respecto al problema. Precisamente, informó el público del planeamiento que había estado ocurriendo entre bastidores, pese a que no les dijera a los lectores de qué. Aunque los artículos fingieran pertenecer al periodismo cívico de denuncia, ellos difamaban a los trabajadores del cambio de jeringas – y, más importante aún, ellos no hicieron las preguntas más básicas necesarias para determinar realmente el impacto de los programas sobre el descarte de jeringas – y contribuían innecesariamente con los temores públicos respecto a los programas.

La serie del Chronicle empezó el domingo, 29 de julio, con "The Situation at Golden Gate Park; Sunday in the Park -- With Needles", en que el periódico informaba que el parque estaba “sucio” con jeringas descartadas. El reportaje daba a entender que las jeringas descartadas eran culpa de los programas de cambio de jeringas.

“Nos dicen que echaba humo, pero el alcalde de San Francisco, Gavin Newsom, no debe haber quedado muy sorprendido cuando The Chronicle informó que el Golden Gate Park estaba sucio con jeringas usadas.

“Al fin, su Secretaría de Salud Pública gastó $800,000 el año pasado para ayudar a distribuir unos 2 millones de jeringas a usuarios de drogas conforme al programa de cambio de jeringas de la ciudad – a veces 20 de una vez.

“Pese a que los funcionarios de la Secretaría de Sanidad digan que 2 millones de jeringas fueron devueltas, la verdad es que no las contaron y sólo pueden estimar cuántas están siendo devueltas.

“Y por lo que parece, muchas no lo están”.

Ese mismo artículo también quedó escandalizado en informar que los consumidores de drogas pueden comprar jeringas sin prescripción:

“Según la ley aprobada en 2005 por la misma Junta de Supervisores cuyos integrantes lamentan ahora el problema de las jeringas, cualquier persona mayor de 18 años puede entrar en un Walgreens o Rite Aid y comprar hasta 10 jeringas – sin que se hagan preguntas”.

jeringas
Como los cambios de jeringas, el acceso a jeringas sin receta es una medida de reducción de daños elaborada para salvar vidas y mejorar la salud pública al reducir la diseminación de enfermedades a través de la facilitación del acceso a ellas. Su impacto benéfico, sin embargo, es oscurecido por un estatuto de California que define la tenencia de jeringa como una infracción de la ley contra los pertrechos. Por lo tanto, los consumidores ansiosos por evitar problemas con la ley pueden estar más ansiosos por librarse de sus jeringas en cuanto las usen y es menos probable que se queden con ellas durante el tiempo suficiente para devolverlas a un programa.

En ese artículo y en un reportaje acompañante del mismo día, "Golden Gate Park sweep -- can city make it stick? 'March of junkies': Haight's residents fume over needles", el Chronicle describió encontrar jeringas en el Golden Gate Park y entrevistó a vecinos molestos por encontrar jeringas descartadas en el área. Fue una lectura convincente, pero dejó muchas preguntas sin respuesta:

  • ¿Cuántas jeringas estaban siendo descartadas en el parque antes de existir los programas de cambio de jeringas?

  • ¿Cuántas de las jeringas halladas por los residentes del barrio citados por los autores venían del programa de cambio de jeringas?
  • ¿Cuál es el riesgo de contagio de VIH o hepatitis C por ser pinchado con una jeringa descartada? ¿Cuál era antes de existir los programas de cambio de jeringas?
  • ¿Cuántas jeringas que no fueron devueltas al programa están siendo realmente descartadas sin seguridad?
  • En conjunto, ¿cuál es el tamaño de la amenaza de las jeringas descartadas a la seguridad pública y cómo eso se compara con la amenaza de la época anterior al cambio de jeringas?

Si los defensores y los investigadores están correctos, las respuestas a esas preguntas no sustentan la premisa de los reportajes del Chronicle. “Nadie quiere jeringas contaminadas tumbadas en el piso”, dijo Hilary McQuie, directora de la Harm Reduction Coalition de Oakland. “Pero había jeringas por todas partes en San Francisco antes que empezáramos los cambios de jeringas aquí en 1988. No se reconoce [en el artículo del Chronicle] ni que había un problema con las jeringas descartadas antes de llegar el cambio de jeringas ni que los cambios de jeringas ayudan a reducir el problema”.

También parecía que el Chronicle pasó a retratar un programa, la Homeless Youth Alliance, y a su directora, Mary Howe, bajo una luz poco halagadora:

“Bienvenido a una instalación municipal de cambio de jeringas y de prevención al VIH.

“Cuando el entonces alcalde Frank Jordan sancionó la ley que apoyaba los cambios de jeringas en 1992, era un programa cívicamente progresista de altos principios para disminuir la diseminación del VIH y de la hepatitis C. Los usuarios de drogas recibían una jeringa, la usaban; luego, la devolvían en cambio de una nueva. La idea aún es ésa – y es buena –, pero, a lo largo del camino, el concepto se empobreció.

“Hoy en día, la instalación en Haight se parece más con un hueco en la pared. Los vecinos, muchos de los cuales dicen que nunca supieron qué pasa en la calle, encuentran jeringas en sus jardines. Y la idea principal – un cambio de una por una – es ignorada en gran parte.

“El cambio es hecho por la Homeless Youth Alliance, que recibe un presupuesto anual de $275,000 de la Secretaría de Salud Pública municipal. Como la directora del programa de la Alliance, Mary Howe, admite, ellos hacen una estimativa aproximada de las jeringas que entran. Si alguien dice que devolvió 40, entonces entreguen 40 nuevas. Y si no tiene ninguna, le dan 20 para empezar.

“‘El objetivo del cambio de jeringas no es recibir todas las jeringas de vuelta’, dice Howe. ‘La mayoría de los usuarios se deshace de las jeringas respetuosamente’.

“¿Y los que no lo hacen?

“‘Ésa no es mi responsabilidad’, dijo Howe. ‘No puedo sujetar la mano de todos y hacer que todos las pongan en un envase. Si alguien tiene una tienda de bebidas alcohólicas y vende alcohol a alguien que se accidenta, ¿la culpa es de la tienda?’”

“Seguro que el Chronicle atacó Mary Howe”, reclamó McQuie. “Ella es una de las pocas personas que mantiene una buena relación con los usuarios sin techo en el Golden Gate Park y el Chronicle no mencionó que su personal hace barreduras [recogidas de jeringas descartadas] allí normalmente”.

“Es cierto”, dijo Peter Davidson, presidente de la directoria de la Homeless Youth Alliance. “Salimos mensualmente y recogemos las jeringas contaminadas”, dijo. “Es un parque grande, sin embargo, y me pregunto por qué somos culpados por todas las jeringas de allí. Meterse con un programa de cambio de jeringas pequeño y mal financiado no parece ser muy productivo”, dijo.

“Estamos un poquito frustrados con la cobertura del Chronicle”, dijo Davidson, “pero esperamos que todo este alboroto cause algún movimiento”.

Por supuesto, nadie quiere que las personas se queden con las jeringas descartadas, pero un poco de investigación puede ayudar a poner ese problema en perspectiva también. Los contagios por jeringas son bien raros fuera de instalaciones médicas, de acuerdo con el Dr. Robert Heimer, profesor en la División de Epidemiología de Enfermedades Microbianas en la Universidad de Yale y experto en la supervivencia del VIH en las jeringas. “Aunque el VIH sobreviva durante semanas dentro de una jeringa, es improbable que las punzadas de jeringa transmitan el virus ya que el virus sobre la superficie de la jeringa que sería introducido en el cuerpo de la persona pinchada pierde la viabilidad rápidamente tras el secado. Los datos que lo sustentan vienen de la transmisión hospitalaria por pinchazos de jeringas, que está bastante asociada con la sangre fresca”, dijo.

Una revisión de 1998 del material sobre las punzadas con jeringas estuvo de acuerdo. No encontró ningún contagio de VIH contraído vía pinchazos de jeringa entre los basureros en un estudio revisado. Otros hallaron pocos (menos de 15) casos de contagios de hepatitis contraída a través de pinchazos.

En el tercer artículo (hasta el momento) de la serie, "Needles talk of town; SF officials promise system of drop boxes", el Chronicle se felicitó a sí mismo por instigar a la ciudad a tomar providencias con base en su “denuncia” del problema de las jeringas contaminadas:

“Funcionarios municipales y líderes de agencias sin ánimo de lucro, respondiendo a un clamor por las jeringas utilizadas que ensucian los parques, prometen reformar el programa de cambio de jeringas de San Francisco – incluso cajas cerradas para botar las jeringas durante las 24 horas del día y jeringas tecnológicamente avanzadas”.

De hecho, tanto funcionarios municipales como directores de programa de cambio de jeringas fueron citados diciendo que tomarían providencias pronto para instalar cajas en que las jeringas contaminadas puedan ser botadas. Actualmente, San Francisco no tiene ninguna, lo que probablemente explique bastante por qué el índice de devolución de la ciudad es sólo de cerca de 70% en vez de los 90% informados en algunas ciudades que tienen cajas. Pero no es como si la ciudad y los cambios hubieran abierto sus ojos de repente a causa del reportaje del Chronicle. De acuerdo con personas de dentro, el planeamiento de las cajas ha estado ocurriendo y las primeras aparecerán pronto. Lo que el reportaje del Chronicle hizo en realidad fue fastidiar al ayuntamiento y los cambios para informar al público sobre lo que ya estaba en marcha.

logotipo popular de cambio de jeringas
"Mary ha estado reuniéndose con la secretaría de salud pública, la Fundación SIDA y la policía respecto de las cajas durante el último año y medio”, dijo Davidson. “Todos están de acuerdo que la idea es buena. Ella ha estado divulgando una propuesta escrita, pero cuando se trató de las jeringas en el Golden Gate Park, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales no quiso involucrarse”.

“Hemos estado conversando con la Secretaría de Salud Pública durante algún tiempo sobre las cajas y creo que esta serie y todo el alboroto que ha ocasionado las materializarán”, dijo McQuie. “Sería una buena medida de relaciones públicas, pero la gente no quiere quedarse con sus jeringas en razón de nuestra ley de pertrechos en California”. A la cara de la agresión contra los NEPs en San Francisco, McQuie pasó a la ofensiva. “La verdad es que necesitamos cambiar la ley sobre las jeringas para que la gente no sienta que tiene que librarse de ellas. Necesitamos máquinas de cambio de jeringas como máquinas de gaseosa, en que se pone una y se saca una. Y necesitamos locales de inyección segura”, dijo.

Heimer también tenía algunas observaciones y sugerencias sobre reducir el número de jeringas contaminadas esparcidas en público. “Nuestros estudios que comparan Springfield, en Massachusetts, donde no hay acceso legal a las jeringas, con New Haven y Hartford, donde lo hay, descubrió que hay descarte mucho más inseguro en Springfield (44%) que en las ciudades de Connecticut (13,5%)”, señaló. Su conclusión tácita era obvia: quitar las restricciones al acceso a las jeringas si se quiere disminuir los índices de descarte inseguro.

“Necesitamos cajas de desecho públicamente accesibles”, sugirió Heimer, “junto con el entrenamiento de inyectores para que usen los containeres adecuados, de policías para que no asedien a la gente que lleva jeringas (así la gente no tendrá que tirar sus jeringas cuando es abordada por la policía), expandir los horarios de cambio de jeringas y liberalizar las políticas de cambio, de una manera que contraríe el sentido común”, dijo. “Descubrimos que los índices de devolución de jeringas en tres ciudades de los EE.UU. – Oakland, Chicago y Hartford – fueron los más altos (cerca de 90%) en la ciudad que tenía las políticas más liberales (Chicago) y los más bajos (sólo 50%) en la ciudad que tenía las políticas más restrictivas (Hartford)".

Pero dichas cuestiones aparentemente no les interesaban a los sedicentes cruzados en el Chronicle. Aunque el periódico pueda haber prestado un servicio de utilidad pública al informar sobre el problema de las jeringas desechadas, la manera por la cual lo hizo fue un deservicio a la gente trabajadora y dedicada que administra esos programas para la salud pública. Se pensaría que los ciudadanos de San Francisco merecen algo mejor que un reportaje mezquino y sensacionalista cuando se trata de cuestiones cruciales de salud pública. Esperamos solamente que el trabajo chapuceado del Chronicle lleve a avances, no reveses, en la reducción de daños y el acceso a las jeringas en California.

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