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Reportaje: En cambio de estrategia, efectivos estadounidenses se sumarán a la lucha contra la adormidera en Afganistán

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En Afganistán, los militares de los Estados Unidos están uniendo las misiones contra la insurgencia con la lucha antidroga en lo que los oficiales llamaron “un cambio básico de estrategia” en su campaña afgana. Hasta el presente momento, los militares estadounidenses se han alejado de los operativos antidrogas en Afganistán, dejándolos para la DEA y las autoridades británicas y afganas en una tentativa de evitar alienar a las poblaciones campesinas afganas que dependen de la adormidera para tener ingresos.

Pero, como la producción afgana de adormidera tuvo un alza histórica el año pasado y se ha predicho que llegará aún más alto este año – Afganistán fue responsable por 92% de la oferta global de opio en 2006 y responderá por casi 100% este año -, pese al aproximadamente billón de dólares en ayuda antidroga de los EE.UU., en Washington los funcionarios han decidido tras largas discusiones que la guerra a las drogas afgana debe ser intensificada.

(fuente: state.gov/p/inl/rls/rpt/90561.htm)
Los funcionarios estadounidenses están cada vez más preocupados por los lazos entre narcotraficantes, el Talibán y militantes de la Al-Qaida, especialmente en el sureste de Afganistán, donde tanto la insurgencia como la producción de la adormidera tienen las raíces más profundas. Unos 70 soldados estadounidenses, 69 soldados de la OTAN y cientos de policías y soldados afganos, combatientes talibanes y civiles afganos han sido muertos en combate hasta este momento del año, el tercer año del resurgimiento talibán.

Las nuevas políticas fueron anunciadas en un nuevo informe, La estrategia antiestupefacientes de los EE.UU. para Afganistán, lanzado la semana pasada y divulgado en una sesión informativa del Ministerio de Relaciones Exteriores de los EE.UU. el 09 de agosto por el director del Gabinete de Política Nacional de Control de las Drogas (ONDCP, la sigla en inglés para la secretaría antidroga estadounidense), John Walters, y el viceministro de Relaciones Exteriores para Asuntos Internacionales de Estupefacientes y Represión Legal, Thomas Schweich.

“Sabemos que la adormidera, que quizá pierda solamente para el terror, es una tremenda amenaza para el futuro de Afganistán”, dijo Walters. “Las labores del pueblo afgano de construir instituciones de justicia e imperio de la ley son amenazadas no sólo por el terror, sino por las fuerzas de las drogas que son tanto económicas como adictivas y que, por supuesto, apoyan el terror en algunos casos, no sólo a través del dinero, sino mediante la influencia y el alejamiento de personas de las estructuras del gobierno hacia las estructuras de las mafias y la violencia del narcotráfico”, dijo.

La nueva estrategia es una combinación de zanahorias y palos, con muchísimo énfasis en los palos. De los $700 millones presupuestados para las actividades antidrogas este año, sólo cerca de $120 millones a $150 millones servirán para el desarrollo alternativo y el resto será dedicado a la erradicación, la interdicción, la construcción del sistema afgano de justicia penal y la persecución de los capos del narcotráfico.

Unos $30 millones serán asignados a las comunidades agricultoras que están de acuerdo en desistir de la producción de la adormidera, pero esto es una miseria cuando se lo compara con los $3.1 billones que vale el tráfico según las estimativas o aun con los aproximadamente $700 millones estimados que terminan en las manos de los campesinos. Aunque la mayor parte del dinero de incentivo vaya al norte, donde la producción está en bajada, el este y el sureste más amigos del Talibán tendrán la erradicación forzosa y un aumento de las labores de persecución de los grandes narcotraficantes. El embajador Schweich consideraba el abordaje más duro como “trabas considerablemente más severas” para aquellas áreas. Y los militares estadounidenses van a estar involucrados.

los artículos del traficante de opio (foto del editor de la Crónica, Phil Smith, durante una visita a Afganistán en septiembre de 2005)
“Hay una relación clara y directa entre el tráfico ilícito de opio y los grupos insurgentes en Afganistán”, dijo el informe del Ministerio de Relaciones Exteriores. El Pentágono “colaborará con la DEA” y demás agencias “para desarrollar opciones para una estrategia coordinada que integre y sincronice los operativos antiestupefacientes, particularmente la interdicción, en la estrategia general de seguridad”.

Aún no está claro qué quiere decir eso exactamente. En la sesión informativa de 09 de agosto, Walters se esquivó de las mismas preguntas sobre la naturaleza precisa del envolvimiento de los militares estadounidenses. “Esperamos un ambiente más permisivo para estos operativos, dados los planes y los compromisos aquí”, dijo Walters. “Otra vez, lo que – su pregunta era qué operativos antiestupefacientes los militares van a hacer. Eso no es lo que esto está haciendo, está diciendo que los militares van a volverse una fuerza erradicadora o la fuerza de interdicción. Lo que vamos a hacer es crear – creemos que hemos creado ahora las estructuras para permitir operativos de lucha contra los estupefacientes, ya sean arrestos de personas por afganos, ya sean la interdicción y la erradicación que serán integradas en la labor de seguridad que está en curso”.

Puede funcionar, pero hay obstáculos gigantescos en el camino, dijo Raheem Yaseer del Centro de Estudios Afganos en la Universidad de Nebraska-Omaha. Mejorar el problema de la seguridad es crucial, dijo Yaseer.

“Los hombres bomba y los talibanes están cruzando la frontera desde Pakistán con muchas armas, pasando por los puestos de control e infiltrándose entre los aldeanos, de donde disparan contra las fuerzas aliadas. Después, los aliados bombardean los pueblos y eso crea mucho resentimiento y la gente no quiere saber de los aliados”, dijo. “Los EE.UU. pueden rastrear una bala que cruza la frontera, pero no logran encontrar a los talibanes”, dijo con frustración en su voz.

El desarrollo alternativo puede atraer a campesinos si el problema de la seguridad fuera estabilizado, dijo. “Son los grandes caudillos y jefes de guerra que son el problema”, discutió Yaseer. “Y sí, hay algunos altos funcionarios, gente principal, involucrados en el narcotráfico también. Todos ellos han sido alimentados por este dinero durante años y no quieren que se acabe. Pero la gente común quedaría satisfecha con un poco de dinero porque sabe que cultivar adormideras es condenado por su tradición y religión”.

La corrupción endémica es otro problema. Aun la ayuda antidroga y la asistencia al desarrollo alternativo probablemente serán desviadas, dijo Yaseer. “La corrupción está muy arraigada y mucho dinero desaparecerá en los bolsillos de la gente. Hay que tener cuidado con la gente en la cima también o no tendrá eficiencia”, dijo. “Sólo se estará gastando dinero inútilmente”.

Los líderes en el Congreso llamaron la nueva estrategia un “reconocimiento de bienvenidas” de que nuevas iniciativas tuvieran que ser cortadas para tratar del problema de la adormidera afgana, pero temían que no fueran suficientes. “Lo que le falta al plan es el reconocimiento de que Afganistán se está aproximando de un punto crítico y de que se necesita una acción inmediata para eliminar la amenaza de los capos y los carteles del narcotráfico aliados con los terroristas para que podamos invertir el desliz firme del país en un posible narcoestado fracasado”, dijeron el presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara, el diputado Tom Laton (D-CA), y la presidenta de la bancada minoritaria, la diputada Ileana Ros-Lehtinen (R-FL) en una declaración en respuesta a la nueva estrategia.

Lantos y Ros-Lehtinen no son los únicos congresistas preocupados. Otros han pedido un abordaje totalmente distinto. Siguiendo el ejemplo del grupo de expertos francés sobre defensa y políticas de drogas, el Consejo Senlis, que ha estado pidiendo desde 2005 la autorización de la adormidera, el diputado Russ Carnahan (D-MO) ha sugerido autorizar a los agricultores afganos a cultivar la planta para analgésicos legales, de manera similar a la forma por la cual la comunidad internacional disminuyó el problema del narcotráfico en India y Turquía. El senador John Sununu (R-NH) ha sugerido que los EE.UU. compren cultivos de adormideras de los agricultores y los quemen. El senador Joe Biden (D-DE) ha sugerido mudar el enfoque de los labradores pobres hacia desordenar los carteles que están transportando las drogas.

Pero el secretario antidroga y el Ministerio de Relaciones Exteriores rechazaron explícitamente la autorización como una “solución infalible” inviable que no funcionaría y han repudiado igualmente propuestas de comprar el cultivo. Y, definitivamente, van a perseguir tanto a labradores pobres como a capos del narcotráfico.

Con todo, lo mismo de siempre no va a funcionar, dijo la Drug Policy Alliance. “La llamada táctica ‘del palo y la zanahoria’ ha fracasado en todos los países en que se la ha intentado, incluso en su propio”, dijo Bill Piper, director de asuntos nacionales del grupo. “Con tanto que exista demanda de drogas, habrá una oferta para satisfacerla. La prohibición de las drogas hace a las plantas más valiosas que el oro”.

La misma solución de siempre puede aun empeorar las cosas, discutió Piper. “Los EE.UU. están peligrosamente próximos de transformar a Afganistán en el próximo Irak”, dijo Piper. “La erradicación forzosa de los cultivos de adormideras está llevando a los afganos pobres a las manos de nuestros enemigos, fortaleciendo el Talibán y fomentando la insurgencia allí. La guerra contra las drogas está socavando la guerra contra el terror y empujando a Afganistán al borde de la guerra civil”.

El gobierno Bush ha descubierto tardíamente que tiene un problema muy serio en Afganistán. Ahora, se trata de saber si esta nueva estrategia vigorosa va a calmar la situación o si apenas la va a inflamar.

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